Myanmar – Compartiendo y vibrando con los locales.

Los siguientes días en Yangón fueron tan especiales que decidí quedarme un poco más de lo previsto, organizarme, y aprovechar a ¨turistear¨ de la forma que más me reconforta y me enseña: viviendo con la gente. Me gusta salir con algún destino pero rápidamente disfruto de las paradas imprevistas y las relaciones con las personas que me encuentro en el camino. Me inclino por relacionarme con los locales y evitar a los turistas, pero bienvenidos todos los que me ayuden a descubrir y sentir algo diferente. 

En Yangón …

Me encontré visitando un restaurante de comida local, llamado Aung Thukha, donde sin quererlo acabé siendo protagonista de una vivencia emocionante. El primer día almorcé y me gustó tanto que decidí regresar. Me atrajo la diversidad de clientes locales y extranjeros, el personal que amablemente me atendió y como es habitual con todos los turistas, no dejaba de observarme. La comida una delicia, barato, estructura básica, muy limpio y variado. El segundo día cené ya con más experiencia en sus costumbres, comí con la cuchara (ver apartado ¨A Table¨ en el siguiente blog), coloqué la comida junto con el arroz, no erré en la ensalada y su salsa, etc etc, todas cosas que uno va aprendiendo cada vez que cambia de país y de cultura. La observación de quienes están a mi alrededor y las preguntas a los locales, son fundamentales para actuar en concordancia!. 

En fin, esa noche mientras cenaba presté atención a un coro que cantaba, e imaginé que se trataba de algún disco o música del mismo restaurante, quizás algún coro de niños vecinos, o hasta algún monasterio cercano. El canto era intenso, fuerte, y no me aguanté hasta preguntar de qué se trataba. En seguida me invitaron a subir al primer piso, previo descalzarme, donde me encontré con un grupo de unas veinte mujeres jóvenes vestidas de blanco con una faja oscura sentadas en el suelo. Interesante la postura que adoptan para sentarse y rezar con una pierna hacia delante y otra hacia atrás (por respeto jamás se debe enfrentar los pies hacia el altar) mirando hacia un Buddha dorado con una corona de lucecitas de colores tipo árbol de Navidad y decenas de cuadros, imágenes y flores. 

El canto allí era fuerte y hasta estridente, como de un llanto, como de gente que canta sin saber entonar y desafina. Aún así, en los cinco minutos que estuve sentado detrás de ellas observándolas me invadió una paz y una emoción que no sabía como llamarla. En cuanto finalizaron y se encontraron con el extranjero curioso que las visitaba, me rodearon, me invitaron a sentar y compartir un refresco. La única mujer más adulta (la dueña del restaurante, de nombre Htay Htay Wim) y una de las chicas se comunicaban conmigo con un pobre pero claro inglés. Me contaron que el restaurante familiar llevaba ya dos generaciones, y que todo el personal eran jóvenes de más de dieciocho años que llegaban a trabajar y pasaban a formar parte de una familia, muchachos y especialmente chicas jóvenes, más de cuarenta personas viviendo allí. Ese día era luna llena, y como es habitual en las tradiciones budistas, se hacen cantos y ofrendas especiales, y ese era el motivo de tan desafinado pero enérgico y profundo coro!. Preguntas van preguntas vienen, fui invitado a asisitir al día siguiente a una ofrenda especial que harían para mí, en mi honor, donde repetirían los cantos. Confirmaron y reconfirmaron que el extranjero asistiese a las 19.30 hs la siguiente noche, y felices (es lo que noté), me despidieron.

Vaya emoción!. Creo que no entendí nada de esto hasta que llegado el momento percibí la importancia del ritual. A las 19.30 hs en punto, y con un ramo de flores, me presenté en el restaurante que estaba lleno de clientes. Como ¨perico por su casa¨, y reconocido por los jóvenes que trabajan allí, fui directo a la dueña, la que me esperaba para dar comienzo de tan especial sesión. Dejando las miradas de los turistas que sorprendidos vieron pasar a uno de ¨su especie¨ con confianza y decisión hacia los aposentos del negocio, subí al templo casero. Barrieron, colocaron una alfombra, luego un almohadón, me trajeron agua, y me ofrecieron tan destacada ubicación al fondo detrás de las chicas, mirando hacia el altar. Mis flores fueron ofrecidas al Buddha, y me dieron otras tres guirnaldas hechas de flores blancas y perfumadas para que yo también las ofreciera. 

Evidentemente la cosa iba en serio, estaba rodeado de más de diez chicas, el hermano de la dueña, la dueña y demás personas que me recibían con amor y alegría. Recibían a un extranjero al que le ofrecían un bis del tan importante día de luna llena. Las chicas y Htay Htay Wim cantaron por más de una hora, claro que no entendí nada más que algunos nombres de las ciudades de Myanmar que mencionaban en sus cantos y rezos, y yo detrás, absolutamente emocionado y concentrado compartiendo y acompañando sus ofrendas. Imaginé que en algún momento yo estaría entre esas palabras y cantos, y no me equivoqué. Al terminar, Htay Htay Wim me dijo que había pedido por mí y había ofrecido la ceremonia en mi nombre.

Aún me emociona contarlo, como si sintiera de nuevo tan brutal descarga de amor incondicional y emociones como las que me dieron en ese restaurante esas chicas y esa Sra, que sin conocerme, me ¨abrazaron¨ con sus cantos y oraciones. No sé porque pasan esas cosas, no sé realmente. Pero sí aprendí que nada de lo que pasa en la vida es lo que llamamos coincidencias; estas no existen, todo pasa porque tiene que pasar, todo se da porque se tiene que dar, todo lo que nos da alegría y todo lo que nos da dolor, lo físico y lo emocional, lo que sentimos como bueno y lo que no. Todo es parte de una experiencia de vida, todo lo feliz y todo lo que nos hace sufrir son parte de las dificultades que pasamos y de las que debemos aprender. Porque al final todas las emociones, sean como sean, son meras emociones que nos llevan a sufrir, ¨llorando¨ por la emoción del amor, ¨llorando¨ por la emoción del dolor. Quizás no puedo expresar lo que pasé en esa noche, pero elegí intentar compartirlo en este blog. 

En Bagó …

Lo que increiblemente viví en Yangón lo volví a vivir en la ciudad cercana de Bagó, cuando de la nada me encontré en una estatua de un Buddha reclinado con un chico de veintidós años que vendía postales llamado Myo Win Aung Aung. Con ese respeto y cercanía tradicional que caracteriza a los locales, entablamos una conversación que acabó en un día compartido visitando los templos de tan rica ciudad. Una persona que sin ningún interés, ese día decidió dejar su venta ambulante y seguirme para mostrarme su vida, su gente, para contarme de su familia, para mirarme y sonreir, para guiar a mi taxista, para decirme que era una persona de suerte por haberme encontrado. A cambio de qué todo eso?. De absolutamente NADA material, sólo de amor. 

Amor, qué palabra tan difícil, a la vez que necesaria!. Nos suele avergonzar decir que amamos, y quizás la mayoría de las veces dejamos el ¨amor¨para las relaciones de pareja o filiales. Pero el amor tendríamos que entenderlo como mucho más que eso, trasciende a lo cercano, a lo físico. Estoy aprendiendo que amor es diario e incondicional con todos y todo, es realmente ofrecer y no esperar recibir, es compartir, es comprender, tolerar y no juzgar. Quizás escuché muchas veces que debemos amar, pero pocas veces me había dado cuenta cómo se refleja y se siente el amor de otros que no son los ¨nuestros¨. 

Suena extraño Juancho hablando de que se encuentra con gente que le transmite amor, pero es así, es lo que esta gente me hace sentir, y me llena más que cualquier otra cosa. Amor gratuito, amor desinteresado, real, espontáneo. Por qué lo hacen?, me pregunto, … porque ellos no hacen nada diferente a lo que están acostumbrados a hacer. Cómo lo hacen sin saber que lo hacen?. Por qué no todos hacemos lo mismo?. Por qué nos cuesta simplemente dar sonrisas y afecto sin esperar recibir algo a cambio?. 

En Bagán …

Pero es que no sólo fueron esas experiencias. En Bagán, ciudad de más de 4000 templos construídos entre los siglos XI y XIII, conocí a Lin Lin, una vendedora de artesanías que me atrajo con su canto ese día que visité el templo de Htilominlo Patho. LLovía torrencialmente, y esta chica no hacía más que cantar en una especie de rezos, mientras esperaba que algún turista perdido pasase por su puesto. No había un alma, creo que yo era el único despistado!. Nunca me ofreció nada para comprar, me dio su asiento, y me dijo que iba a cantar por mí para pedir suerte y protección bajo ese temporal. Le dije que yo le cantaría algo, que acabé no haciendo!. Horas de lluvia pasaron y hablamos de muchas cosas, de su familia, de su gente, de sus creencias, de la vida. Una joven de veintisiete años sólo con educación escolar básica. Me costó despedirme, pero como es normal en mi viaje, de todos y de todo me despido sabiendo que no los volveré a ver. Sin embargo dos días después volví al templo para invitarla a almorzar, cosa que obviamente no se estila como en nuestras costumbres. Claro que no pudo dejar su stand, así que con un amigo suyo fui a comprar comida en un poblado cercano al templo para compartir con ella y su hermana. Nuevamente llovía torrencialmente; me habían preparado una mesa improvisada donde almorzamos los tres, luego se unió el amigo, el amigo del amigo, y acabamos un grupo de locales y yo conversando de su país, de su gente, de lo que no tienen, de lo que quieren, de lo que posiblemente les espera, de lo que posiblemente algún día perderán. Me fui horas más tarde con varios presentes que me costó aceptar, dejando atrás un encuentro espontáneo de personas que en pura paz, consiguieron compartir un mensaje de vida. 

Esas experiencias continuaron con un grupo de tres jóvenes mujeres muy humildes, sin escuela, que también vendían artesanías en otro templo de Bagán. Las vi una vez, dos y hasta tres. Más de lo mismo, más emociones que dejaron sufrimiento por recibir tanto a cambio de nada, o quizás de otro tanto. Y así con más y más personas en Myanmar, jóvenes, mayores, no importó la edad ni el sexo.

 

En Mandalay … 

Al llegar a Mandalay, nuevas experiencias en el templo de mi barrio, un sitio bastante humilde de la ciudad que a primera vista parece una ¨favela¨. No sé por qué llegué a este hotel, seguramente porque tenía que hacerlo. No es el tipo de hoteles que elijo, pero este me llamó la atención y nunca podía haber elegido mejor!. Con motivo del Lental Period, me despertaron con el altavoz y los agradecimientos a los donantes del barrio y del templo a las 5 AM. El día anterior me había cambiado de habitación porque un ruido a máquinas de la cocina me impedían dormir. Ahora altavoces tipo llamado a la oración en Marruecos, sólo que se trataba de algo muy diferente. Mi curiosidad me llevó ese día a visitar el templo del barrio desde donde hacen ese tipo de anuncio. Al llegar al templo fui recibido por quienes estaban en la puerta, nadie una palabra de inglés, salieron corriendo a buscar a alguien que pudiera comunicarse. Llegó un chico, luego otro, y así se fueron sumando personas. Cuando quise acordar, estaba sentado y rodeado de adultos y niños que me hacían preguntas y que sin entender lo que yo decía escuchaban atentamente. Hablamos de religión, de Uruguay, de Myanmar, de fútbol (sí, hablo bastante de fútbol con lo básico que sé!) y me invitaron a volver cuando escuchara otro llamado. De nuevo, cómo esta gente consigue pasar esa energía tan pura?.

  

Las visitas al centro comunal o templo del barrio se sucedieron en los tres días siguientes. Cada vez que me veían por la calle me sonreían. Cuando me acercaba al templo por las callecitas del humilde barrio notaba que sabían que el extranjero llegaba, y en seguida se agrupaban mi alrededor, invitándome a rezar frente a su altar iluminado de lucecitas de colores, a sentarme y a charlar. No voy a ocultar que por momentos me sentía nervioso, porque realmente no entendía que yo generase ese revuelo. Seguramente tampoco entendían todo lo que yo decía, pero sin duda cualquiera de mis gestos les interesaba. El último día decidí dejar una donación simbólica, algo que es fundamental en la cultura budista. Bueno, más nervioso me dejaron!!. Se agruparon más vecinos, abandonaron al finado que estaba siendo velado a la salida del templo por una muerte súbita a causa de un exceso de alcohol y esperaba ser llevado al crematorio. Qué momento!. Prepararon dos certificados de donación, me sacaron fotos que serían publicadas en uno de los periódicos locales. Me dijeron que mi nombre sería mencionado en los agradecimientos matutinos por altavoz, y yo aún más nervioso pidiendo que por favor nada de eso era necesario, y que se trataba únicamente de una donación simbólica y anónima tan común como la que todos ellos realizaban. Fue en vano… entendí que había sido el primer extranjero que los había visitado y que había tenido un gesto habitual dentro de su cultura, y eso era todo un suceso para el barrio, suficiente como para olvidar y dejar sólo al finado!. 

Templo y centro comunal con el velorio ¨en puerta¨

 

Aquí hoy lo llamo amor, y creo que no me equivoco. Algo que todos queremos y necesitamos pero que nos cuesta tanto dar y recibir. Esta gente en este país me ha mostrado que aún con pobreza, conflicto y sufrimiento es posible dar sin esperar nada a cambio. Sin duda mis emociones podrán estar sensibilizadas por tan intensa experiencia, por meses de viaje y descubrimientos, por sitios de entorno espiritual y búsqueda de algo que no tiene precio. Pero no será también que todo este entorno, mi mente más controlada y mi corazón más abierto me permiten llenarme de lo que siempre tengo y no veo que tengo?. No será que todos pasamos por lo mismo y estamos ciegos a verlo y cerrados a darlo y recibirlo?. 

No lo sé, pero si sé que cuando se siente se vive intensamente. Ojalá que lo pueda seguir viviendo, sintiendo y compartiendo. Claro que no es fácil, pero veo que tampoco es imposible. Escuché decir que cuando alguien elije este camino no tiene vuelta atrás. Será que es así?. 

2 comentarios en “Myanmar – Compartiendo y vibrando con los locales.

  1. Querido Juancho, leo con emoción todo lo que dices y quieres trasmitir. Me cuesta mucho entender, comprender, tratar de vivir lo que tu estas viviendo y sintiendo.
    Te mando un beso lleno de amor.

    • Papá, Claro que te comprendo, es difícil para quien está solamente expuesto a costumbres y valores occidentales entender algo así. Tampoco es habitual en los países que he visitado, por eso me ha llamado la atención. Sin duda que hay que estar abierto a ¨leer¨ mensajes con otros ojos, con los del corazón.

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