Myanmar – Viajando por sus antiguas capitales

Durante mis dos semanas en Myanmar visité los siguientes puntos del país:

– Yangón, ex capital y principal ciudad del país.

– Bagó, ex capital situada al este de Yangón.

– Inle Lake y poblados de los alrededores, Kalaw y Pindaya.

– Bagan, ex capital.

– Mandalay, ex capital y poblados de Sagain, también ex capital y Mingún.

 

BAGÓ.

Ciudad fundada en el año 573 que llegó a ser el centro del Imperio Mon entre los siglos XIII y XV, y luego entre los siglos XVII y comienzos del S XVIII. Hoy en día es una ciudad secundaria que está ¨minada¨de templos y monumentos religiosos que nacen como hongos dorados!. Hay tanta vegetación y hace tanto calor que los pastos crecen encima de los templos, entre los interminables jardines con estatuas de Buddhas y pagodas que da para elegir y cansarse de tanta variedad.

Planta de los pies del Buddha reclinado

 

En Myanmar las principales estupas (monumentos en forma de campana que generalmente son construídas en lugares sagrados y sobre alguna reliquia) aquí llamadas pagodas (Payas) tienen también formas diversas; desde la clásica en forma de campana invertida, a la más importante en forma de pirámide de base cuadrada superpuestas una sobre otras hasta acabar en la campana invertida. Lógicamente, todas ellas doradas y muchas veces recubiertas en láminas de oro.

 

 

Los templos budistas de escuela Mahayana como los que visité en los países himalayas son bastante diferentes a los que estoy conociendo aquí en Myanmar y supongo veré en el resto del sudeste asiático, todos budistas Theravada. A simple vista la principal diferencia es que estos últimos son muy dorados, y tienen mucho colorido en sus altares. La única figura que se ve en la gran mayoría de ellos es la de Buddha sentado en sus diferentes posiciones. Los altares y templos generalmente presentan al Buddha con una especie de corona fondo de luces de colores detrás de la cabeza, como luces de árbol de Navidad que se prenden y se apagan. Muchos espejitos decoran las paredes de muchos de los templos. Varias urnas para depositar las ofrendas y donaciones en dinero.

Flores naturales y de papel coloridas, así como inciensos y algunas botellas o boles de agua son las principales ofrendas no dinerarias de los fieles. 

Como es habitual en todos los templos, monasterios y monumentos budistas, hay que descalzarse cada vez que se ingresa a los mismos. 

 

INLE LAKE.

Al centro del estado de Shan, uno de los más grandes del país, se encuentra el famoso y conocido lago Inle. A una altura sobre el nivel del mar mayor que Yangón y rodeado de una flora de verdes intensos de árboles y cultivos, el lago presenta un ecosistema que me recordó mucho al Lago Titicaca en la frontera peruana-boliviana. 

 

La etnia principal de esta zona es la Intha, un grupo menor que sólo se encuentra alrededor del lago. Decenas de poblados de pescadores y artesanos que viven del lago y del turismo, que pescan en sus barcas de madera alargadas, generalmente en solitario, y con una técnica y destreza única. Mientras se paran en la punta de la barca y manejan la red con sus manos, reman calzando el remo en una de sus piernas. Es decir, un increible equilibrio y una fuerza de sus miembros inferiores que jamás había visto. Las redes las van extendiendo desde un punto fijo con una bolla, y luego van remando en círculos, pegándole al agua con un palo para asustar a los peces y llevarlos hacia el centro de la red. Además, utilizan unas jaulas cilíndricas muy originales para recoger mariscos del fondo del lago.

 

Es característico de este lago los cultivos de vegetales en chacras o jardines flotantes, también algo muy particular y pintoresco que sorprende a cualquiera que lo visita. Estos cultivos que no sé si podrían llamarse hidropónicos, están sobre el agua, y la única forma de trabajar sobre ellos es desde las barcas. Imaginen la cantidad de juncos y plantas acuáticas que componen el entorno, con sus inacabables huevos de mosquitos o bichos que aparecen por doquier.

 

En los poblados se organizan mercados también flotantes que rotan diariamente, donde artesanos y agricultores llevan sus productos tradicionales, desde comestibles hasta artesanías, y los clásicos bettel nuts que como en Bhután, aquí en Myanmar consumen sin límite. Bettel nut es una especie de semilla tipo nuez moscada (con otro gusto, claro), que se meten en la boca envuelta en una hoja de planta enredadera, una pincelada de extracto de lima, y espolvorean con especias. Al cabo de un rato, la boca con aliento intenso y bien colorada, y la necesidad de escupir por donde sea que vayan el resto final que no se tragan. Por todo el país se los ve escupiendo ese líquido colorado que queda impregnado en las calles, un sello muy local!!. 

 

 

 

Tanto en los bordes del lago como en los islotes, o simplemente sobre bases de pilares de madera, construyen casas, templos y monasterios a los que se llega únicamente por agua. Las casas, como en la mayoría del resto del país, son hechas con bambú trenzado y madera. 

Especial atención comencé a prestar a los mosquitos y demás insectos que ya desde mi visita a este lago me llamaron la atención y me recordaron que estoy viajando por zonas en las que eventualmente se dan casos de malaria y dengue. Como decidí no tomar remedios preventivos para la primera de estas por las contraindicaciones que presenta, me equipé con varios repelentes, cremas y productos anitinsectos que he tenido que incorporar a la parafernalia de productos que llevo conmigo…

Un poco más alejados del lago, visité los poblados de Kalaw y Pindaya, sus mercados tradicionales y sus increibles templos dentro de la montaña, en cavas y grutas repletas de estatuas de Buddhas que brillan y se amalgaman en un entorno natural lleno de humedad, estalactitas y estalagmitas.

 

BAGAN.

Otra famosa ex capital del Imperio Bamar construída entre los siglos XI y XIII sobre el río Ayeyarwady, nombre de uno de sus  principales reyes que mandó construir miles de templos y estupas para promover el budismo. En esta ciudad de la que hoy sólo quedan sus templos y estupas, se puede apreciar el momento de transición de budismo Mahayana a Theravada. 

Las miles de edificaciones hoy bastante deterioradas, especialmente en su interior, hablan del esplendor de esta ciudad y de la fé de sus gobernantes y pobladores. Mezclas de elementos budistas e hinduistas, pinturas interiores coloridas, estatuas e imágenes de Buddha y nats (espíritus protectores), monasterios, y demás parecen nacer en medio de la vegetación que esconde un pasado esplendoroso. 

 

 

 

 

 

Nats

 

Lamentablemente muchos de los templos han sido zaqueados y destruídos por ambiciosos ladrones y coleccionistas, así como por el gran terremoto del año 1975 que quebró y y acabó con muchos de estos tesoros. La Unesco ha trabajado en la restauración y protección de muchos de ellos, pero a mi entender aún hoy están vagamente cuidados y protegidos por las autoridades locales. 

 

 

Bagán es un punto de visita obligado para cualquiera que visite Myanmar y sepa disfrutar de una arquitectura maravillosa, que junto con el contenido espiritual que representa, el arte que aún lleva dentro, y una gran dosis de imaginación y retrotracción al pasado, le hará sentir emociones inolvidables. 

 

 

 

  

Sumado a esto, la presencia de los alegres y humildes locales de los variados pueblos y poblados aledaños que esperan en las puertas de los templos para ofrecer sus artesanías y servicios, junto con los atardeceres y amaneceres que se reflejan en los dorados de muchos de sus templos, me hicieron sentir increíblemente emocionado y agradecido por la oportunidad de vivenciar esta experiencia.

 

Una motito eléctrica fue mi transporte oficial, gorro, paraguas, capa de lluvia y vestir mi Pasou como los locales (pareo en lugar de shorts o pantalones). Disfruté de Bagán, de su gente y su entorno histórico y religioso de una forma que jamás hubiese imaginado. 

 

MANDALAY.

Mi última escala en Myanmar fue la ciudad de Mandalay, también otra ex-capital del país, que hoy es la segunda ciudad del país luego de Yangón. Desde esta ciudad recordé el cumpleaños de mi Madre, llevando una ofrenda de flores de lotus a un altar de unos los principales templos de la ciudad. 

Feliz Cumple Mamá!

 

Desde mi punto de vista, visitar Mandalay requiere de un ejercicio previo de consciencia para estar preparado a ¨ver a través¨ (look through), es decir, conseguir dejar de lado lo que vemos racionalmente para conseguir ver lo que hay detrás, quizás más con el corazón. La realidad de la ciudad es bastante caótica, desordenada, sucia, muchas calles de tierra, lleno de motos, con barrios sin saneamiento, mucho calor, llena de pozos y agujeros, cables y bastante pobreza. Otras partes son un poco más ordenadas, pero aún así, es una ciudad que a simple vista no tiene ningún atractivo, y la primera impresión es de querer salir disparando de allí!. Bueno, quien ha visitado la India, algunas partes de Indonesia o incluso Nepal, sabrá a lo que me refiero!. 

  

Mandalay tiene unos monasterios increibles, unos templos de madera teka antiguos maravillosos, puentes, y el río Ayeyarwady (el mismo que pasa por Bagan) sobre el que se encuentran los poblados de Amarapura, Iwán, Sagaing y Mingún, algunas de ellas ex-capitales del imperio birmano. Al norte de la ciudad, Mandalay Hill, una colina con innumerables estupas y monasterios que desde lo alto se puede apreciar la ciudad con calma, y ver el enorme centro de la misma donde aún se encuentra un majestuoso, aunque deteriorado palacio hoy ocupado por el gobierno. 

 

 

Mandalay es un mercado al aire libre, de gente que se sienta a los costados de las calles a vender sus productos tipo feria, lleno de puestos de comida callejera que improvisan restaurantes fantasmas, de carritos de venta de insectos fritos, carnes crudas al sol, y cada varias manzanas, una especie de baños públicos. Estos baños abiertos, con unas paredes bajas para dar cierta intimidad, son fuente de agua que muchos de los locales utilizan no solamente para ¨baldearse y trapearse¨ (especialmente los hombres), sino para lavar ropa o simplemente hacer sus necesidades. Estos baños con piscinas llenas de agua son la solución en muchos de los barrios que no tienen saneamiento en todas las casas. A propósito de ello, las casas en Mandalay son de cemento, o las más humildes que son las que abundan, de madera y/o bambú trenzado con techo de zinc, tradicionales también en el resto del país. 

 

Perros sueltos y descuidados como en la mayoría de los países de Asia (hasta ahora sólo en Japón vi los canes domesticados), gente por doquier en las calles intentando sentir el ¨fresco¨ (diría que inexistente), en actitud de relax y actividad, una mezcla típica de ciudades con climas calurosos. Los hombres en las Tea Houses, en las Beer Station, o simplemente jugando desde su posición de cuclillas tradicional a los dados (incluso sustituyen los dados por caracoles), a una especie de ludo, a las damas, cartas, o lo más tradicional entre los más jóvenes, al Jilown. Este juego que sólo he visto en Myanmar, parecido al que se juega en las playas de Rio de Janeiro, consiste en no dejar caer al suelo una pelota hueca de goma o caña, utilizando únicamente las piernas para pasarla de uno a otro en un único toque. Forman una ronda de varios hombres descalzos y con el Pasou remangado de una forma muy original entre las piernas, improvisan un juego que puede llevarles horas hasta el atardecer.

Como conté anteriormente, mi experiencia más intensa fue conocer y vincularme con la comunidad del barrio donde estaba mi hotel. Una especie de templo de barrio que oficia de lugar de reunión, oración y referencia de los vecinos, al que por curiosidad llegué, y con el que acabé interactuando en los tres días siguientes. Un barrio muy humilde, una gente espectacular!. 

Myanmar – Compartiendo y vibrando con los locales.

Los siguientes días en Yangón fueron tan especiales que decidí quedarme un poco más de lo previsto, organizarme, y aprovechar a ¨turistear¨ de la forma que más me reconforta y me enseña: viviendo con la gente. Me gusta salir con algún destino pero rápidamente disfruto de las paradas imprevistas y las relaciones con las personas que me encuentro en el camino. Me inclino por relacionarme con los locales y evitar a los turistas, pero bienvenidos todos los que me ayuden a descubrir y sentir algo diferente. 

En Yangón …

Me encontré visitando un restaurante de comida local, llamado Aung Thukha, donde sin quererlo acabé siendo protagonista de una vivencia emocionante. El primer día almorcé y me gustó tanto que decidí regresar. Me atrajo la diversidad de clientes locales y extranjeros, el personal que amablemente me atendió y como es habitual con todos los turistas, no dejaba de observarme. La comida una delicia, barato, estructura básica, muy limpio y variado. El segundo día cené ya con más experiencia en sus costumbres, comí con la cuchara (ver apartado ¨A Table¨ en el siguiente blog), coloqué la comida junto con el arroz, no erré en la ensalada y su salsa, etc etc, todas cosas que uno va aprendiendo cada vez que cambia de país y de cultura. La observación de quienes están a mi alrededor y las preguntas a los locales, son fundamentales para actuar en concordancia!. 

En fin, esa noche mientras cenaba presté atención a un coro que cantaba, e imaginé que se trataba de algún disco o música del mismo restaurante, quizás algún coro de niños vecinos, o hasta algún monasterio cercano. El canto era intenso, fuerte, y no me aguanté hasta preguntar de qué se trataba. En seguida me invitaron a subir al primer piso, previo descalzarme, donde me encontré con un grupo de unas veinte mujeres jóvenes vestidas de blanco con una faja oscura sentadas en el suelo. Interesante la postura que adoptan para sentarse y rezar con una pierna hacia delante y otra hacia atrás (por respeto jamás se debe enfrentar los pies hacia el altar) mirando hacia un Buddha dorado con una corona de lucecitas de colores tipo árbol de Navidad y decenas de cuadros, imágenes y flores. 

El canto allí era fuerte y hasta estridente, como de un llanto, como de gente que canta sin saber entonar y desafina. Aún así, en los cinco minutos que estuve sentado detrás de ellas observándolas me invadió una paz y una emoción que no sabía como llamarla. En cuanto finalizaron y se encontraron con el extranjero curioso que las visitaba, me rodearon, me invitaron a sentar y compartir un refresco. La única mujer más adulta (la dueña del restaurante, de nombre Htay Htay Wim) y una de las chicas se comunicaban conmigo con un pobre pero claro inglés. Me contaron que el restaurante familiar llevaba ya dos generaciones, y que todo el personal eran jóvenes de más de dieciocho años que llegaban a trabajar y pasaban a formar parte de una familia, muchachos y especialmente chicas jóvenes, más de cuarenta personas viviendo allí. Ese día era luna llena, y como es habitual en las tradiciones budistas, se hacen cantos y ofrendas especiales, y ese era el motivo de tan desafinado pero enérgico y profundo coro!. Preguntas van preguntas vienen, fui invitado a asisitir al día siguiente a una ofrenda especial que harían para mí, en mi honor, donde repetirían los cantos. Confirmaron y reconfirmaron que el extranjero asistiese a las 19.30 hs la siguiente noche, y felices (es lo que noté), me despidieron.

Vaya emoción!. Creo que no entendí nada de esto hasta que llegado el momento percibí la importancia del ritual. A las 19.30 hs en punto, y con un ramo de flores, me presenté en el restaurante que estaba lleno de clientes. Como ¨perico por su casa¨, y reconocido por los jóvenes que trabajan allí, fui directo a la dueña, la que me esperaba para dar comienzo de tan especial sesión. Dejando las miradas de los turistas que sorprendidos vieron pasar a uno de ¨su especie¨ con confianza y decisión hacia los aposentos del negocio, subí al templo casero. Barrieron, colocaron una alfombra, luego un almohadón, me trajeron agua, y me ofrecieron tan destacada ubicación al fondo detrás de las chicas, mirando hacia el altar. Mis flores fueron ofrecidas al Buddha, y me dieron otras tres guirnaldas hechas de flores blancas y perfumadas para que yo también las ofreciera. 

Evidentemente la cosa iba en serio, estaba rodeado de más de diez chicas, el hermano de la dueña, la dueña y demás personas que me recibían con amor y alegría. Recibían a un extranjero al que le ofrecían un bis del tan importante día de luna llena. Las chicas y Htay Htay Wim cantaron por más de una hora, claro que no entendí nada más que algunos nombres de las ciudades de Myanmar que mencionaban en sus cantos y rezos, y yo detrás, absolutamente emocionado y concentrado compartiendo y acompañando sus ofrendas. Imaginé que en algún momento yo estaría entre esas palabras y cantos, y no me equivoqué. Al terminar, Htay Htay Wim me dijo que había pedido por mí y había ofrecido la ceremonia en mi nombre.

Aún me emociona contarlo, como si sintiera de nuevo tan brutal descarga de amor incondicional y emociones como las que me dieron en ese restaurante esas chicas y esa Sra, que sin conocerme, me ¨abrazaron¨ con sus cantos y oraciones. No sé porque pasan esas cosas, no sé realmente. Pero sí aprendí que nada de lo que pasa en la vida es lo que llamamos coincidencias; estas no existen, todo pasa porque tiene que pasar, todo se da porque se tiene que dar, todo lo que nos da alegría y todo lo que nos da dolor, lo físico y lo emocional, lo que sentimos como bueno y lo que no. Todo es parte de una experiencia de vida, todo lo feliz y todo lo que nos hace sufrir son parte de las dificultades que pasamos y de las que debemos aprender. Porque al final todas las emociones, sean como sean, son meras emociones que nos llevan a sufrir, ¨llorando¨ por la emoción del amor, ¨llorando¨ por la emoción del dolor. Quizás no puedo expresar lo que pasé en esa noche, pero elegí intentar compartirlo en este blog. 

En Bagó …

Lo que increiblemente viví en Yangón lo volví a vivir en la ciudad cercana de Bagó, cuando de la nada me encontré en una estatua de un Buddha reclinado con un chico de veintidós años que vendía postales llamado Myo Win Aung Aung. Con ese respeto y cercanía tradicional que caracteriza a los locales, entablamos una conversación que acabó en un día compartido visitando los templos de tan rica ciudad. Una persona que sin ningún interés, ese día decidió dejar su venta ambulante y seguirme para mostrarme su vida, su gente, para contarme de su familia, para mirarme y sonreir, para guiar a mi taxista, para decirme que era una persona de suerte por haberme encontrado. A cambio de qué todo eso?. De absolutamente NADA material, sólo de amor. 

Amor, qué palabra tan difícil, a la vez que necesaria!. Nos suele avergonzar decir que amamos, y quizás la mayoría de las veces dejamos el ¨amor¨para las relaciones de pareja o filiales. Pero el amor tendríamos que entenderlo como mucho más que eso, trasciende a lo cercano, a lo físico. Estoy aprendiendo que amor es diario e incondicional con todos y todo, es realmente ofrecer y no esperar recibir, es compartir, es comprender, tolerar y no juzgar. Quizás escuché muchas veces que debemos amar, pero pocas veces me había dado cuenta cómo se refleja y se siente el amor de otros que no son los ¨nuestros¨. 

Suena extraño Juancho hablando de que se encuentra con gente que le transmite amor, pero es así, es lo que esta gente me hace sentir, y me llena más que cualquier otra cosa. Amor gratuito, amor desinteresado, real, espontáneo. Por qué lo hacen?, me pregunto, … porque ellos no hacen nada diferente a lo que están acostumbrados a hacer. Cómo lo hacen sin saber que lo hacen?. Por qué no todos hacemos lo mismo?. Por qué nos cuesta simplemente dar sonrisas y afecto sin esperar recibir algo a cambio?. 

En Bagán …

Pero es que no sólo fueron esas experiencias. En Bagán, ciudad de más de 4000 templos construídos entre los siglos XI y XIII, conocí a Lin Lin, una vendedora de artesanías que me atrajo con su canto ese día que visité el templo de Htilominlo Patho. LLovía torrencialmente, y esta chica no hacía más que cantar en una especie de rezos, mientras esperaba que algún turista perdido pasase por su puesto. No había un alma, creo que yo era el único despistado!. Nunca me ofreció nada para comprar, me dio su asiento, y me dijo que iba a cantar por mí para pedir suerte y protección bajo ese temporal. Le dije que yo le cantaría algo, que acabé no haciendo!. Horas de lluvia pasaron y hablamos de muchas cosas, de su familia, de su gente, de sus creencias, de la vida. Una joven de veintisiete años sólo con educación escolar básica. Me costó despedirme, pero como es normal en mi viaje, de todos y de todo me despido sabiendo que no los volveré a ver. Sin embargo dos días después volví al templo para invitarla a almorzar, cosa que obviamente no se estila como en nuestras costumbres. Claro que no pudo dejar su stand, así que con un amigo suyo fui a comprar comida en un poblado cercano al templo para compartir con ella y su hermana. Nuevamente llovía torrencialmente; me habían preparado una mesa improvisada donde almorzamos los tres, luego se unió el amigo, el amigo del amigo, y acabamos un grupo de locales y yo conversando de su país, de su gente, de lo que no tienen, de lo que quieren, de lo que posiblemente les espera, de lo que posiblemente algún día perderán. Me fui horas más tarde con varios presentes que me costó aceptar, dejando atrás un encuentro espontáneo de personas que en pura paz, consiguieron compartir un mensaje de vida. 

Esas experiencias continuaron con un grupo de tres jóvenes mujeres muy humildes, sin escuela, que también vendían artesanías en otro templo de Bagán. Las vi una vez, dos y hasta tres. Más de lo mismo, más emociones que dejaron sufrimiento por recibir tanto a cambio de nada, o quizás de otro tanto. Y así con más y más personas en Myanmar, jóvenes, mayores, no importó la edad ni el sexo.

 

En Mandalay … 

Al llegar a Mandalay, nuevas experiencias en el templo de mi barrio, un sitio bastante humilde de la ciudad que a primera vista parece una ¨favela¨. No sé por qué llegué a este hotel, seguramente porque tenía que hacerlo. No es el tipo de hoteles que elijo, pero este me llamó la atención y nunca podía haber elegido mejor!. Con motivo del Lental Period, me despertaron con el altavoz y los agradecimientos a los donantes del barrio y del templo a las 5 AM. El día anterior me había cambiado de habitación porque un ruido a máquinas de la cocina me impedían dormir. Ahora altavoces tipo llamado a la oración en Marruecos, sólo que se trataba de algo muy diferente. Mi curiosidad me llevó ese día a visitar el templo del barrio desde donde hacen ese tipo de anuncio. Al llegar al templo fui recibido por quienes estaban en la puerta, nadie una palabra de inglés, salieron corriendo a buscar a alguien que pudiera comunicarse. Llegó un chico, luego otro, y así se fueron sumando personas. Cuando quise acordar, estaba sentado y rodeado de adultos y niños que me hacían preguntas y que sin entender lo que yo decía escuchaban atentamente. Hablamos de religión, de Uruguay, de Myanmar, de fútbol (sí, hablo bastante de fútbol con lo básico que sé!) y me invitaron a volver cuando escuchara otro llamado. De nuevo, cómo esta gente consigue pasar esa energía tan pura?.

  

Las visitas al centro comunal o templo del barrio se sucedieron en los tres días siguientes. Cada vez que me veían por la calle me sonreían. Cuando me acercaba al templo por las callecitas del humilde barrio notaba que sabían que el extranjero llegaba, y en seguida se agrupaban mi alrededor, invitándome a rezar frente a su altar iluminado de lucecitas de colores, a sentarme y a charlar. No voy a ocultar que por momentos me sentía nervioso, porque realmente no entendía que yo generase ese revuelo. Seguramente tampoco entendían todo lo que yo decía, pero sin duda cualquiera de mis gestos les interesaba. El último día decidí dejar una donación simbólica, algo que es fundamental en la cultura budista. Bueno, más nervioso me dejaron!!. Se agruparon más vecinos, abandonaron al finado que estaba siendo velado a la salida del templo por una muerte súbita a causa de un exceso de alcohol y esperaba ser llevado al crematorio. Qué momento!. Prepararon dos certificados de donación, me sacaron fotos que serían publicadas en uno de los periódicos locales. Me dijeron que mi nombre sería mencionado en los agradecimientos matutinos por altavoz, y yo aún más nervioso pidiendo que por favor nada de eso era necesario, y que se trataba únicamente de una donación simbólica y anónima tan común como la que todos ellos realizaban. Fue en vano… entendí que había sido el primer extranjero que los había visitado y que había tenido un gesto habitual dentro de su cultura, y eso era todo un suceso para el barrio, suficiente como para olvidar y dejar sólo al finado!. 

Templo y centro comunal con el velorio ¨en puerta¨

 

Aquí hoy lo llamo amor, y creo que no me equivoco. Algo que todos queremos y necesitamos pero que nos cuesta tanto dar y recibir. Esta gente en este país me ha mostrado que aún con pobreza, conflicto y sufrimiento es posible dar sin esperar nada a cambio. Sin duda mis emociones podrán estar sensibilizadas por tan intensa experiencia, por meses de viaje y descubrimientos, por sitios de entorno espiritual y búsqueda de algo que no tiene precio. Pero no será también que todo este entorno, mi mente más controlada y mi corazón más abierto me permiten llenarme de lo que siempre tengo y no veo que tengo?. No será que todos pasamos por lo mismo y estamos ciegos a verlo y cerrados a darlo y recibirlo?. 

No lo sé, pero si sé que cuando se siente se vive intensamente. Ojalá que lo pueda seguir viviendo, sintiendo y compartiendo. Claro que no es fácil, pero veo que tampoco es imposible. Escuché decir que cuando alguien elije este camino no tiene vuelta atrás. Será que es así?. 

Myanmar – Confirmado!. Llegué con la mente abierta y me voy con el corazón lleno!.

LO MÁS DESTACADO DE MYANMAR: SU GENTE. 

La verdad que como comentaba en el blog anterior, las primeras impresiones no me defraudaron, sino que se confirmaron totalmente. A menos de 24 horas de dejar este increible país y seguir hacia el este asiático, Laos país limítrofe, me siento a escribir y compartir algo que hasta ahora no había sentido tan intensamente en los países visitados. La energía de la gente de Myanmar me despide lleno de alegría y emociones. Me han tocado más fibras sensibles que en otros sitios, me han hecho sentir y vivir intensamente su cultura, su realidad, sus ganas de ser parte del mundo y entender qué parte juego yo en el suyo. Super amables, dispuestos, ¨educados¨, alegres, interesados por escuchar y saber lo que sea que quieras contarles y mostrarles. 

Un pueblo pobre con un pasado lleno de luchas de reyes y reinos, de disputas entre las más de cien etnias que lo pueblan, de invasión japonesa, de tres anglo guerras y trescientos años de dominación y colonia inglesa, de más de cincuenta últimos años de opresión y dictadura militar que los ha mantenido aislados del mundo, con los derechos humanos absolutamente no respetados.

En donde sea que fui, mi sonrisa fue siempre correspondida y rápidamente abrazada. Es muy fácil sentir el cariño de la gente y su necesidad por tener contacto con ¨los de fuera¨. Es como si te conocieran de antes; con pocas palabras y gestos y sin darte cuenta estás rodeado de diez o quince personas (inclusive niños), que muy respetuosamente te escuchan y te hacen preguntas sin invadirte. También imagino aunque nadie me lo ha dicho, que cualquier inconveniente con los turistas puede ser brutalmente penado, y dudo que quieran pasar por una denuncia o un mal momento. La historia de los útimos años entiendo que los ha ¨educado¨ con rigor y miedo, y el turismo es hoy la puerta abierta al mundo, la apuesta del gobierno. A modo de ejemplo, recuerdo que cuando en Yangón quise cruzar el río en barcaza en lugar de ferry, se acercó a mi el gerente de los ferrys y me explicó que no era seguro para mí. En caso de algún accidente con un turista, el coste de imagen para el país sería muy alto; en cambio, el riesgo de que algo pase con los locales carece de importancia, aún su muerte. Increible!!. 

Todos venden todo y de todo, todos compran y ofrecen servicios de taxi (en bicis, motos, rickshaws, lo que sea!), productos artesanales, comida callejera, ofician de guías, de agentes, de lo que precises. Ofrecen una vez, insisten una segunda, y respetan al instante tu voluntad sin tocarte ni sentir en ningún momento que estás en peligro. Esa sensación de respeto mezclada con alegría y seguridad me ha hecho disfrutar de su país y de su gente como pocas veces lo había hecho. 

Aunque el sistema educacional es bastante básico y elemental, 100% oneroso (no existe la enseñanza gratuita, se paga a todos los niveles), y atiende solamente a una parte pequeña de la población, no es difícil encontrar gente que hable algo de inglés. En las zonas que viajé, algunas de las autorizadas y abiertas al turismo, la gente se comunica con sus medios, los niños algunos se avergüenzan, pero siempre con la destreza de los gestos y las representaciones mímicas se consigue todo. 

  

 

 

Myanmar tiene más de 50 millones de habitantes; no se sabe con exactitud si son 53, 55, 58… pero supera las cinco decenas (MM). Todo lo que son cifras y estadísticas son dudosas y cuestionables, no hay una única fuente fidedigna, por lo que es difícil hablar con propiedad. Pero me he enterado que pese a que Myanmar está recien abriéndose al turismo y al mundo, el número de visitantes no excede el entorno de los 450.000 por año. Esto, sumado a que mi visita ha sido en temporada baja por las lluvias y calores, encontrarse con un turista es bastante poco probable!. Las miradas de los locales automáticamente se clavan en uno, y es fácil sentir como entre risas y cuchicheos uno es objeto de charla. Hombres, mujeres, niños, todos te clavan la mirada, más aún, cuando durante todo mi viaje he vestido con su tradicional Longyi o Pasou, en lugar de utilizar los shorts o pantalones occidentales. 

 

Myanmar, un pueblo de casi 90% de budistas que dejan sentir como llevan su religión y sus creencias y las aplican a su día a día. Rodeados de miles de templos y templetes, de monasterios y estupas, de figuras de Buddha y altares como nunca había visto en este viaje (sólo recuerdo la India y la isla de Bali, ambos hinduistas, como sitios con tanta presencia religiosa en su vida diaria). Absolutamente fieles y respetuosos de sus tradiciones y su fé, la gente vive construyendo su karma y haciendo mérito para mejorar sus vidas futuras: alimentan a los monjes que pasean todas las mañanas con sus ollas en busca de donaciones y comida, realizan donaciones en los templos o trabajan gratuitamente para mejorarlos. Casualmente durante mi visita coincidí con los tres meses de Lentel Period, en el que casi diariamente y muy muy temprano en la mañana (5 AM), desde los templos suelen hablar por altavoz diciendo los nombres de los donantes, para que los locales tomen el ejemplo y compartan el mérito!. Lindo despertar… bueno, amanece a las 6 AM y la gente ya está en la calle a esa hora, luego invade el calor!. 

 

 

LA HISTORIA DE MYANMAR RESUMIDA EN POCOS PÁRRAFOS.

Es fácil resumir la historia de Myanmar en pocas palabras, porque lo que he aprendido es que el comun denominador ha sido la guerra y no la paz. Por otro lado resulta difícil comprender como un país tan budista puede tener ese pasado. Evidentemente la religión muchas veces acaba siendo la propia condena de su pueblo, como lo ha sido en el caso de los tibetanos, triste realidad que demuestra como aún hoy el poder material acaba sobreponiéndose. 

Desde varios siglos BC la historia del país comienza con la historia de los variados imperios y reinos y sus fervientes luchas, uno detrás del otro, como aconteció también en la mayoría de los vecinos. Pyus, Rakhaings, Bamares, Mons, cada uno de ellos imponía sus propias normas, destruía y construía, trasladaba capitales de un sitio al otro del país. Este país ha tenido decenas de capitales, algunas muy cercanas geográficamente unas de otras. Desde 2006 la capital de Myanmar es Nay Pyi Taw; antes y por escasos años fue Yangón, y de ahí para atrás viene una lista de nombres entre los cuales visité Mandalay, Sagaing, Bagó y Bagan. 

Desde 1824 y hasta 1885 las guerras del imperio birmano fueron con los ingleses, lógicamente, ávidos de intereses comerciales y que en aquel momento ocupaban la India. De hecho Burma (nombre en inglés del país anterior a Myanmar), durante la época de la colonia inglesa estaba controlada y considerada como parte de la British India. Una época colonial que como tantas no hizo más que abusar y maltratar a la población local, y en este caso, incluso faltarles el respeto religioso budista no queriendo descalzarse al entrar a sus templos. 

Aunque la independencia con Inglaterra recién llegó formalmente en 1948, las guerras internas por el poder se sucedieron entre los distintos grupos étnicos. Los monjes siempre jugaron un rol activo en la política, especialmente liderando manifestaciones contra el gobierno. No pasó mucho tiempo luego de esa independencia como colonia inglesa para que el país volviese a caer en manos de dictadores, y desde 1962 el país fue controlado por tiranos que nacionalizaron todo y aislaron al país del mundo. 

Como forma de protestar contra el horror y la política birmana, las principales potencias occidentales y Australia promovieron un boicot turístico y comercial que dejó al país aún más aislado, y que recién en 2010 fue levantado. En medio de problemas y luchas, en 2008 Myanmar sufrió uno de los ciclones más devastadores de la historia, donde se estima que murieron y desaparecieron más de 138.000 personas. 

La lucha histórica por la democracia y quizás el futuro del país está ligado a la familia del héroe nacional Aung San, hoy representado por su hija Aung San Suu Kyi, que pasó 15 de los 21 años desde 1989 en prisión domiciliaria. Desde fines de 2010 fue nuevamente liberada, y lidera el principal partido por la democracia. El pueblo la llama The Lady, y la considera la esperanza del cambio para el país. Recién en 2015 se celebrarán nuevas elecciones que el pueblo espera, aún con esperanza, que de una vez por todas sean respetadas y aceptadas cualquiera sea el resultado.

Me he quedado corto dedicando 15 días del viaje a Myanmar. Como mencioné anteriormente, el país recién está saliendo de décadas de aislamiento del mundo por causa de las políticas opresivas de sus últimos gobiernos, y eso ha limitado el acceso al turismo. No solamente por la voluntad de los turistas en llegar a Myanmar, sino por las posibilidades y seguridades que se le ofrecen. Personalmente antes de venir era consciente de que los últimos años aún de revueltas y esta fase de transición a un gobierno ¨cuasi civil¨ podía mostrarme un país complicado. Sin embargo, me he sentido siempre seguro, consciente de las profundas limitaciones que aún tiene el pueblo y de los problemas políticos que aún existen. 

 

ECONOMÍA.

Para quienes estamos acostumbrados a vivir en países en vías de desarrollo y somos conscientes de los problemas políticos y sociales de regímenes totalitarios, quizás nos soprenda menos ver países como este donde existen profundas diferencias y polaridades sociales. La riqueza no está bien distribuida y el grueso de la misma la tienen unos pocos, principalmente los vinculados al gobierno. Existe una masa de pobreza muy grande, carencias de infraestructura, educación, salud, etc. Los niveles de corrupción son imaginables… 

Myanmar es un país aún principalmente rural (70% del total), con ciudades densamente poco pobladas en relación al total de su población. Un país que supo estar dentro de los más ricos de Asia, y luego pasar a ser de los más pobres. Un país rico en recursos naturales, principalmente gas natural (principal exportador regional), así como petróleo, madera teka, metales (oro y plata) y piedras preciosas (rubíes, jade y zafiro). Un ecosistema riquísimo con todos los climas, fauna y flora, un hotspot de biodiversidad!. 

 

Tierras muy fértiles que aún se explotan con medios rudimentarios donde el trabajo humano es la pieza fundamental. Carretas, arados con animales, mujeres y hombres cargando pesado, condiciones muy básicas. Se destacan los cultivos de arroz, cacahuetes, sésamo, algodón, frutas y vegetales de estación. Durante mi visita comí mucho repollo, berengenas, tomates, patatas, una especie de espinacas, cachuetes, sandía, ananá, papaya, bananas, mangos, y por supuesto, la base de todo, el arroz!. 

  

 

 

 

¨A TABLE¨!.

La comida en Myanmar también me pareció deliciosa. Focalizado en lo vegetariano, me fue algunas veces complicado encontrar una variedad grande de platos especialmente en los puestos de comida callejera, típicos como en la mayoría de los países asiáticos. Me llamó la atención la cantidad de comidas a base de carne de pollo, cerdo, buey y oveja, todas ellas de apariencia bastante aceitosa. 

El sistema del restaurante de comida local clásica es similar en todas partes del país. Una vitrina con las distintas comidas que están a disposición del cliente que quiera acercarse a verlas. Se puede elegir del menú, o directamente desde las ollas, que era lo que obviamente yo hacía!. 

Lo escogido llega en pequeñas porciones en boles, acompañados de un buen plato de arroz y una serie de platillos de acompañamiento indispensables que ya vienen incluídos, conjuntamente con la botella de agua, la sopa o caldo, el té y unos bombones dulces de pasta de alubias (porotos, frijoles, feijao). Llega un plato con vegetales hervidos y una salsa de pescado (probé y nunca más!), una ensalada de vegetales crudos variados y algunos desconocidos, entre otros. Dentro de los platos que más comí fueron los granos variados condimentados con salsas amargas y picantes, hojas de té verde fermentadas mezcladas con semillas de sésamo, cacahuetes, arvejas fritas, mucho ajo y otros ingredientes crocantes desconocidos!. Ensaladas de gengibre y limón, y una sopa tradicional local llamada japati a base de noodles de arroz y vegetales picantes. En algunos sitios y hoteles, principalmente en Bagan, como delicadeza de postre te ofrecen unas pastillas de hojas de tamarindo presentados como pequeñas láminas dulces y agrias, que aunque al principio no gustan, luego acaban apasionando!!. Otras opciones dulces son unos puddings a base de coco y banana, algunos de arroz.

 

 

La comida la acompaño con deliciosa cerveza local. Producen cervezas lager y más encorpadas que son las que prefiero, similares a las uruguayas. Para no olvidarme, las que más me gustaron fueron la Mandalay Red, Dagon Red, Myanmar Lager y Spirulina Lager. Los locales no comen con alcohol, sólo agua o té puro, refrescos. Asímismo destilan una serie de rones, ginebras y whiskies de marcas nacionales que consumen junto con las cervezas en bares y ¨beer stations¨, principalmente público masculino.

En Myanmar no vi comer mucho con la mano derecha como en los países himalayas o musulmanes, aunque me han dicho que sí es una tradición local. Utilizan cuchara en mano derecha y tenedor sólo para ayudar a montar la comida en la cuchara. Sino te dan sólo cuchara y palitos!. 

Opciones de comidas chinas, tai e india son habituales en todas las ciudades y también interesantes tanto para locales como para turistas. No faltan los restaurantes de mejor presentación y presencia, aunque los callejeros son siempre una buena opción para quienes no precisan imaginar donde y como han sido lavados y cocinados los distintos ingredientes… sino pregúntenle a mi tío Raúl, un experto!.  

Una costumbre muy típica de los locales es ir a las TEA HOUSES, donde principalmente los hombres se reúnen a conversar, fumar y beber tés y cafés acompañados de pastelería o solos. El té se bebe con mayor o menor cantidad de leche condensada, nunca sólo en estos lugares (puro sólo con las comidas). Myanmar es productor de té y de café en el norte del estado de Shan, frontera con China. Un café encorpado y con sabor dulce, que aunque no es mi favorito, debo reconocer que no me ha costado nada acostumbrarme. Café como se debe, intenso y negro, nada de american coffee!. 

Me llamó mucho la atención el trabajo ilegal de los niños como camareros, cocineros y demás tareas de restauración en varias tea houses y restaurantes en distintas partes del país. Aunque me informé de que está prohibido el trabajo del menor de edad, supe que es habitual encotrarlos en algunos restaurantes que suelen dar trabajo, alojamiento y comida a niños de familias pobres y carentes de educación. Generalmente dirigidos por uno o varios adultos que coordinan y dan órdenes, estos niños de entre 10 y 13 años, quizás algunos más, suelen atenderte con mucho esmero pero sin mucho conocimiento profesional. En Myanmar los conocen como ¨tea boys¨. É assim!!. 

 

ETNIAS y VESTIMENTA: UN SELLO ÚNICO DE MYANMAR. 

Existen zonas del país a las que los turistas no estamos autorizados a visitar, otras únicamente con permisos especiales. Espero que cada vez más se vayan flexibilizando estas restricciones, ya que entiendo que existe una variedad de opciones de sitios naturales y de riqueza étnica que son interesantísimos de conocer. Hoy los circuitos principales que tienen capacidad limitada de recibir turistas son Yangón (sur), la zona del lago Inle, Mandalay, Bagan (centro este y oeste) y la costa oeste sobre la Bahía de Bengala. De estos, visité las cuatro primeras, y me encontré con un país muy auténtico en el cual pude aprender fácilmente mucho acerca de su gente, sus tradiciones y distinguir algunas de sus diferencias étnicas. A propósito, de las más de cien etnias, nueve son las principales: Bamar (70%), Shan (8%), Kayin (6%), Rakhaing (4%), Mon, Chin, Kachin, Wa y Kayah (8%). Las diferencias en aspecto físico son las más notorias, algunos más oscuros o bastante oscuros tipo indios, otros más café con leche, cada uno con sus dialectos y vestimentas típicas, pero que hoy se encuentran unificados con el idioma bamar que es el oficial. 

En cuanto a la ropa, la mayoría de los hombres usa Pasou (¨pazzou¨) y las mujeres Longyi, en lugar de los pantalones y shorts habituales. Una costumbre que por suerte se mantiene y que los diferencia del occidente, y debo decir, comodísima!. Es como un pareo (género largo que no se abre, hay que vestirlo por arriba o por abajo) que para los hombres suele ser con motivos cuadriculados en variados colores, muy discreto, y para las mujeres con motivos florales. Se usa directamente sobre la ropa interior, y se ajusta a la cintura con un nudo que obviamente tiene su técnica especial!. Esto conjuntamente con las chancletas de colores tipo Havaiianas básicas, camisas a cuadros y blusas coloridas, es el dress code diario de los locales en todo el país. Les encanta ver que los de fuera usemos sus prendas!. 

El uso de estas prendas tan tradicionales y diferentes a la costumbre occidental, una vez más me hace sentir que todavía quedan países que tienen su propia identidad, que la respetan y la llevan con dignidad y alegría. Sin embargo, cuando visité uno de los shoppings que empiezan a verse en las ciudades, me encontré con un público joven que me miraba con diferencia. Ellos en su gran mayoría vistiendo pantalones jeans, yo de longyi (acompañado de gorro tipo Indiana Jones, paraguas que siempre llevo por el sol o la lluvia y mochila) no lo podían creer!. En un sitio donde parece que comienza a invadir la occidentalización y sus costumbres de consumo (tiendas, escaleras mecánicas, restaurantes, cines, …), un occidental perdido queriendo imitar a los locales en lugar de marcar moda!. En fin, todo llega y cambia, espero que demoren en hacerlo, no saben lo que estarán perdiendo!. 

Cuando visité la zona de Inle Lake, estuve cerca del poblado Padaung, famoso por las mujeres que deforman sus cuellos y hombros colocando argollas de metal doradas. También las colocan en las piernas. Tradicionalmente para afear su apariencia, hoy estas mujeres han sido víctimas de su propia cultura, ya que el mundo las ve como una atracción y sólo desea fotografiarlas. Las encontré trabajando en varios lugares donde estaban ¨expuestas¨ al turismo como parte del atractivo y llamador de la tienda, lo cual me pareció absolutamente triste. Por eso me limité a observarlas de lejos y no fotografiarlas directamente.

 

Myanmar – primeras 48 hs en Yangon

BIENVENIDO NUEVAMENTE AL SUDESTE ASIÁTICO!.

Mingalabar Myanmar!!. 

Dicen que las primeras impresiones son las que perduran, y espero que en este caso Myanmar me acabe dejando tan apasionado como lo estoy en las primeras 48 hs desde mi llegada!. Bueno, la verdad que ya a las 24 hs estaba con ganas de escribir esto mismo, pero hay veces que no tengo ganas de sentarme a hacerlo!. Pero lo pienso, y se los transmito con mi mente!. 

Muchas personas me habían comentado de que Myanmar es un país espectacular y con un pueblo encantador, aún pobre y en vías de desarrollo, mira de los ambiciosos inversores internacionales que reclaman mayor estabilidad para lucrar con sus fortunas. Los medios de comunicación también informan de las revueltas civiles, de los problemas políticos, de los derechos humanos, del no tan antiguo boicot del turismo por parte de las grandes potencias, del devastador tsunami del 2008, entre otras cosas. Así que decidí dejar de lado todas las externalidades, y venir a descubrirlo por mi mismo!. 

El calor y el sudor constante que había olvidado hace algunos meses volvió a abrazarme y decirme ¨bienvenido nuevamente al sudeste asiático¨!. Ropa pegada, pasión por el aire acondicionado, muuuucho protector solar, y a caminar!. Es solamente así como voy descubriendo cada sitio, y más que nada, su gente. Me he dado cuenta que cada vez más me gusta pararme y conversar con la gente, así, de la nada, y la mejor forma para conseguir el acercamiento es una gran sonrisa!. Y aquí nadie la niega, es más, la abrazan. A los bamares (la etnia mayoritaria de las ocho principales que hay en Myanmar) les encanta charlar, acercarse, mirarte, y que les dediques un tiempo para hablar de lo que sea. Siento que tienen una pasión especial por sentir que los de fuera nos interesamos por su país, y ellos aprovechar para preguntar y escuchar cualquier historia que los turistas tenemos para compartir. Y eso para quien viaja es una ayuda increible para hacernos sentir confortables y cercanos a su cultura. 

Yangon es una ciudad de más de cuatro millones de habitantes, apenas el 10% de la población total del país. No es hoy la capital, pero es la ciudad más importante conjuntamente con Mandalay en la parte central. Como Myanmar fue por muchos años una colonia inglesa, la ciudad tiene aún su sello inglés que se deja ver en mucha de su arquitectura colonial, diseño urbano, costumbres y facilidad con el inglés. Pero su personalidad la marcan las pagodas, las estupas, los Buddhas que decoran la ciudad con colores amarillos brillantes. 

 

Lectura de mano, clásico de la ciudad!

 

Todo bueno!. ¨Me caso en 2014 y tendré dos hijos!¨…

Ya en este regreso al sur de Asia, tendré que comenzar a conocer y comprender una vez más el enfoque de su religión, mayormente budista, pero de otra corriente diferente a la himalaya del norte, China y Japón. Aquí como en los siguientes países que visitaré al este y al sur, se practica el budismo Theravada, que a diferencia del Mahayana cree que es el individuo que se esfuerza por conseguir llegar al Nirvana, a la Iluminación, y no la búsqueda del mismo en pro de todos los demás seres. Bajo esta diferencia los fundamentos budistas son los mismos (sistema psico-filosófico), pero superficial y digamos folclóricamente, lo que vemos en los templos, muchos de los rituales, las imágenes y me imagino que algunas cosas más, son diferentes. Mi desafío es conocerlos, vivirlos, y sentirlos. 

Monjes del calor, hombro al aire!!

A propósito de ello, ayer visité la pagoda Shwedagon Paya, una estupa (aquí llamada zedi) dorada de tamaño descomunal, enchapada en oro y recubierta en su punto más alto por diamantes y otras piedras preciosas, que está rodeada por innumerables templos y templetes, altares y estatuas de miles de Buddhas en posturas, colores y tamaños diferentes. Para los locales, el lugar de peregrinación budista más importante de su país, al que al menos una vez en su vida todos deben acudir a rezar. Un espectáculo de colores, olores, visiones, músicas, sensaciones y vibraciones que me despertaron e hipnotizaron por más de cuatro horas. Entre los vestidos típicos de los bamares con sus coloridos ¨longyi¨ (sarong unisex que usan en lugar de los pantalones o polleras occidentales), las flores de papel que parecen origamis, los inciensos, los monjes medio destapados con hombros al descubierto, y los reflejos del atardecer y luego de la luna llena en el dorado de las estupas, quedé maravillado!. 

 

 

 

 

Me estrené en la comida burmesa sin pensarlo, ahora enfocado en lo vegetariano, y descubrí que se puede comer aún más rico y diferente de lo que había conocido. Bueno, Bhután no fue más que un picante tras otro y una serie de homogéneas comidas que sabía me llevarían a desbocarme cuando viese algo fuera del arroz y los chilis!. Me invitaron en el restaurante a hacercarme a la cocina y elegir casi que directamente de sus ollas, me llenaron de platillos con variados sabores, sopa, ensalada, y especias o combinaciones que aún no consigo describirles!. Un té con leche condensada, dosado según tres opciones, y una cerveza helada como les gusta a los brazucas. 

Vegetarian burmese!

 

Dejando de lado la lluvia diaria y los agujeros de las calles y aceras que ya me han dado una primera lección (no caminar sin mirar muy bien donde ¨meto la pata¨), Yangon y su gente me han recibido con brazos abiertos, y espero que todo su país siga siendo tan revelador como lo ha sido mi primera impresión a su principal ciudad.