Durante mis dos semanas en Myanmar visité los siguientes puntos del país:
– Yangón, ex capital y principal ciudad del país.
– Bagó, ex capital situada al este de Yangón.
– Inle Lake y poblados de los alrededores, Kalaw y Pindaya.
– Bagan, ex capital.
– Mandalay, ex capital y poblados de Sagain, también ex capital y Mingún.
BAGÓ.
Ciudad fundada en el año 573 que llegó a ser el centro del Imperio Mon entre los siglos XIII y XV, y luego entre los siglos XVII y comienzos del S XVIII. Hoy en día es una ciudad secundaria que está ¨minada¨de templos y monumentos religiosos que nacen como hongos dorados!. Hay tanta vegetación y hace tanto calor que los pastos crecen encima de los templos, entre los interminables jardines con estatuas de Buddhas y pagodas que da para elegir y cansarse de tanta variedad.


Planta de los pies del Buddha reclinado

En Myanmar las principales estupas (monumentos en forma de campana que generalmente son construídas en lugares sagrados y sobre alguna reliquia) aquí llamadas pagodas (Payas) tienen también formas diversas; desde la clásica en forma de campana invertida, a la más importante en forma de pirámide de base cuadrada superpuestas una sobre otras hasta acabar en la campana invertida. Lógicamente, todas ellas doradas y muchas veces recubiertas en láminas de oro.


Los templos budistas de escuela Mahayana como los que visité en los países himalayas son bastante diferentes a los que estoy conociendo aquí en Myanmar y supongo veré en el resto del sudeste asiático, todos budistas Theravada. A simple vista la principal diferencia es que estos últimos son muy dorados, y tienen mucho colorido en sus altares. La única figura que se ve en la gran mayoría de ellos es la de Buddha sentado en sus diferentes posiciones. Los altares y templos generalmente presentan al Buddha con una especie de corona fondo de luces de colores detrás de la cabeza, como luces de árbol de Navidad que se prenden y se apagan. Muchos espejitos decoran las paredes de muchos de los templos. Varias urnas para depositar las ofrendas y donaciones en dinero.


Flores naturales y de papel coloridas, así como inciensos y algunas botellas o boles de agua son las principales ofrendas no dinerarias de los fieles.
Como es habitual en todos los templos, monasterios y monumentos budistas, hay que descalzarse cada vez que se ingresa a los mismos.
INLE LAKE.
Al centro del estado de Shan, uno de los más grandes del país, se encuentra el famoso y conocido lago Inle. A una altura sobre el nivel del mar mayor que Yangón y rodeado de una flora de verdes intensos de árboles y cultivos, el lago presenta un ecosistema que me recordó mucho al Lago Titicaca en la frontera peruana-boliviana.

La etnia principal de esta zona es la Intha, un grupo menor que sólo se encuentra alrededor del lago. Decenas de poblados de pescadores y artesanos que viven del lago y del turismo, que pescan en sus barcas de madera alargadas, generalmente en solitario, y con una técnica y destreza única. Mientras se paran en la punta de la barca y manejan la red con sus manos, reman calzando el remo en una de sus piernas. Es decir, un increible equilibrio y una fuerza de sus miembros inferiores que jamás había visto. Las redes las van extendiendo desde un punto fijo con una bolla, y luego van remando en círculos, pegándole al agua con un palo para asustar a los peces y llevarlos hacia el centro de la red. Además, utilizan unas jaulas cilíndricas muy originales para recoger mariscos del fondo del lago.




Es característico de este lago los cultivos de vegetales en chacras o jardines flotantes, también algo muy particular y pintoresco que sorprende a cualquiera que lo visita. Estos cultivos que no sé si podrían llamarse hidropónicos, están sobre el agua, y la única forma de trabajar sobre ellos es desde las barcas. Imaginen la cantidad de juncos y plantas acuáticas que componen el entorno, con sus inacabables huevos de mosquitos o bichos que aparecen por doquier.

En los poblados se organizan mercados también flotantes que rotan diariamente, donde artesanos y agricultores llevan sus productos tradicionales, desde comestibles hasta artesanías, y los clásicos bettel nuts que como en Bhután, aquí en Myanmar consumen sin límite. Bettel nut es una especie de semilla tipo nuez moscada (con otro gusto, claro), que se meten en la boca envuelta en una hoja de planta enredadera, una pincelada de extracto de lima, y espolvorean con especias. Al cabo de un rato, la boca con aliento intenso y bien colorada, y la necesidad de escupir por donde sea que vayan el resto final que no se tragan. Por todo el país se los ve escupiendo ese líquido colorado que queda impregnado en las calles, un sello muy local!!.




Tanto en los bordes del lago como en los islotes, o simplemente sobre bases de pilares de madera, construyen casas, templos y monasterios a los que se llega únicamente por agua. Las casas, como en la mayoría del resto del país, son hechas con bambú trenzado y madera.

Especial atención comencé a prestar a los mosquitos y demás insectos que ya desde mi visita a este lago me llamaron la atención y me recordaron que estoy viajando por zonas en las que eventualmente se dan casos de malaria y dengue. Como decidí no tomar remedios preventivos para la primera de estas por las contraindicaciones que presenta, me equipé con varios repelentes, cremas y productos anitinsectos que he tenido que incorporar a la parafernalia de productos que llevo conmigo…
Un poco más alejados del lago, visité los poblados de Kalaw y Pindaya, sus mercados tradicionales y sus increibles templos dentro de la montaña, en cavas y grutas repletas de estatuas de Buddhas que brillan y se amalgaman en un entorno natural lleno de humedad, estalactitas y estalagmitas.

BAGAN.
Otra famosa ex capital del Imperio Bamar construída entre los siglos XI y XIII sobre el río Ayeyarwady, nombre de uno de sus principales reyes que mandó construir miles de templos y estupas para promover el budismo. En esta ciudad de la que hoy sólo quedan sus templos y estupas, se puede apreciar el momento de transición de budismo Mahayana a Theravada.
Las miles de edificaciones hoy bastante deterioradas, especialmente en su interior, hablan del esplendor de esta ciudad y de la fé de sus gobernantes y pobladores. Mezclas de elementos budistas e hinduistas, pinturas interiores coloridas, estatuas e imágenes de Buddha y nats (espíritus protectores), monasterios, y demás parecen nacer en medio de la vegetación que esconde un pasado esplendoroso.






Nats
Lamentablemente muchos de los templos han sido zaqueados y destruídos por ambiciosos ladrones y coleccionistas, así como por el gran terremoto del año 1975 que quebró y y acabó con muchos de estos tesoros. La Unesco ha trabajado en la restauración y protección de muchos de ellos, pero a mi entender aún hoy están vagamente cuidados y protegidos por las autoridades locales.


Bagán es un punto de visita obligado para cualquiera que visite Myanmar y sepa disfrutar de una arquitectura maravillosa, que junto con el contenido espiritual que representa, el arte que aún lleva dentro, y una gran dosis de imaginación y retrotracción al pasado, le hará sentir emociones inolvidables.




Sumado a esto, la presencia de los alegres y humildes locales de los variados pueblos y poblados aledaños que esperan en las puertas de los templos para ofrecer sus artesanías y servicios, junto con los atardeceres y amaneceres que se reflejan en los dorados de muchos de sus templos, me hicieron sentir increíblemente emocionado y agradecido por la oportunidad de vivenciar esta experiencia.

Una motito eléctrica fue mi transporte oficial, gorro, paraguas, capa de lluvia y vestir mi Pasou como los locales (pareo en lugar de shorts o pantalones). Disfruté de Bagán, de su gente y su entorno histórico y religioso de una forma que jamás hubiese imaginado.
MANDALAY.
Mi última escala en Myanmar fue la ciudad de Mandalay, también otra ex-capital del país, que hoy es la segunda ciudad del país luego de Yangón. Desde esta ciudad recordé el cumpleaños de mi Madre, llevando una ofrenda de flores de lotus a un altar de unos los principales templos de la ciudad.

Feliz Cumple Mamá!
Desde mi punto de vista, visitar Mandalay requiere de un ejercicio previo de consciencia para estar preparado a ¨ver a través¨ (look through), es decir, conseguir dejar de lado lo que vemos racionalmente para conseguir ver lo que hay detrás, quizás más con el corazón. La realidad de la ciudad es bastante caótica, desordenada, sucia, muchas calles de tierra, lleno de motos, con barrios sin saneamiento, mucho calor, llena de pozos y agujeros, cables y bastante pobreza. Otras partes son un poco más ordenadas, pero aún así, es una ciudad que a simple vista no tiene ningún atractivo, y la primera impresión es de querer salir disparando de allí!. Bueno, quien ha visitado la India, algunas partes de Indonesia o incluso Nepal, sabrá a lo que me refiero!.


Mandalay tiene unos monasterios increibles, unos templos de madera teka antiguos maravillosos, puentes, y el río Ayeyarwady (el mismo que pasa por Bagan) sobre el que se encuentran los poblados de Amarapura, Iwán, Sagaing y Mingún, algunas de ellas ex-capitales del imperio birmano. Al norte de la ciudad, Mandalay Hill, una colina con innumerables estupas y monasterios que desde lo alto se puede apreciar la ciudad con calma, y ver el enorme centro de la misma donde aún se encuentra un majestuoso, aunque deteriorado palacio hoy ocupado por el gobierno.


Mandalay es un mercado al aire libre, de gente que se sienta a los costados de las calles a vender sus productos tipo feria, lleno de puestos de comida callejera que improvisan restaurantes fantasmas, de carritos de venta de insectos fritos, carnes crudas al sol, y cada varias manzanas, una especie de baños públicos. Estos baños abiertos, con unas paredes bajas para dar cierta intimidad, son fuente de agua que muchos de los locales utilizan no solamente para ¨baldearse y trapearse¨ (especialmente los hombres), sino para lavar ropa o simplemente hacer sus necesidades. Estos baños con piscinas llenas de agua son la solución en muchos de los barrios que no tienen saneamiento en todas las casas. A propósito de ello, las casas en Mandalay son de cemento, o las más humildes que son las que abundan, de madera y/o bambú trenzado con techo de zinc, tradicionales también en el resto del país.


Perros sueltos y descuidados como en la mayoría de los países de Asia (hasta ahora sólo en Japón vi los canes domesticados), gente por doquier en las calles intentando sentir el ¨fresco¨ (diría que inexistente), en actitud de relax y actividad, una mezcla típica de ciudades con climas calurosos. Los hombres en las Tea Houses, en las Beer Station, o simplemente jugando desde su posición de cuclillas tradicional a los dados (incluso sustituyen los dados por caracoles), a una especie de ludo, a las damas, cartas, o lo más tradicional entre los más jóvenes, al Jilown. Este juego que sólo he visto en Myanmar, parecido al que se juega en las playas de Rio de Janeiro, consiste en no dejar caer al suelo una pelota hueca de goma o caña, utilizando únicamente las piernas para pasarla de uno a otro en un único toque. Forman una ronda de varios hombres descalzos y con el Pasou remangado de una forma muy original entre las piernas, improvisan un juego que puede llevarles horas hasta el atardecer.

Como conté anteriormente, mi experiencia más intensa fue conocer y vincularme con la comunidad del barrio donde estaba mi hotel. Una especie de templo de barrio que oficia de lugar de reunión, oración y referencia de los vecinos, al que por curiosidad llegué, y con el que acabé interactuando en los tres días siguientes. Un barrio muy humilde, una gente espectacular!.






































