Tembourong National Park

SELVA HÚMEDA DE MONTAÑA (POR RAÚL)

Son las ocho de la mañana y llegamos al muelle en el río Brunei en pleno centro de la ciudad. Hoy es feriado en Brunei. Compartimos la lancha cerrada con 15 personas más, casi todas forman parte de grupos familiares muy endomingados casi todos  con  tablets y cosas para comer durante el viaje que durará sólo 45 minutos por el río. Las riberas cubiertas de vegetación, cada vez con más palmeras hasta no ver otra cosa en la costa. LLegamos a un pequeño pueblo, Bagor, donde nos recibe un guía que nos lleva a una camioneta que nos conducirá a una villa ecológica en algo más de media hora; ya aprieta el sol y el calor, por suerte la camioneta tiene buen aire acondicionado. Llegamos a la villa, todos muy amables, turistas que se aprestan a regresar comentan que la experiencia fue muy buena, otros van a ir con nosotros; nos ofrecen café (agua con color) algo  de comer, oh sorpresa, deliciosas bananas fritas que nos recordó los buñuelos de abuela. Invitan a Juan Martín para que haga el preparado del almuerzo: trozos de pollo, verduras frescas cortadas, especias, condimentos, yodo mezclado para meter adentro de un bambú donde sera cocinado sobre el fuego. A la media hora dos italianos, un sueco, nosotros dos, el guía y un tripulante nos embarcamos en un bote muy finito, con motor fuera de borda, los siete en fila. Remontamos el rio Tembourong, menos caudaloso que el Brunei  pero con pequeños saltos. La vegetación es exhuberante, muchos meandros, pasamos por algunas edificaciones, finalmente a la media hora desembarcamos. Un sendero resbaloso desemboca en una escalera de madera con algunos descansos. Subimos, subimos, subimos, creo que más de 600 escalones. Cuando me estaba preguntando qué hago acá, por qué no me quede en mi casa, llegamos a la base de las torres, razón principal de nuestra visita al Sultanato de Brunei.

 

Son 5 torres de aluminio, construidas como andamios, que se elevan a más de 60 metros del nivel de la selva, por encima de las copas de los árboles, comunicadas entre ellas por pasarelas. La primera es de 24 tramos de 8 escalones que se suben rápidamente. La vista desde allí es difícil de describir por su belleza e inmensidad. Como dijo una señora americana que volvía, «breathtaking», nos deja sin aliento. Vamos pasando de torre en torre y seguimos maravillados por la vista que se extiende por kilómetros. No sólo vemos Brunei sino también Malasia que comparte la isla de Borneo con este país e Indonesia: Sarawak al oeste y Sabah al este. 

 

Regresamos a la embarcación y luego de unos minutos de navegación atracamos, bajamos del bote y caminamos por un lecho de piedras y ligera corriente. Al cabo de 10 minutos de andar, nos enfrentamos con una catarata, no muy grande, escondida en la selva. Una delicia, agua fría que baja de la montaña. Luego de chapotear unos minutos, volvemos a la costa y la embarcación y regresamos al campamento. El almuerzo está pronto. Parten el bambú y aparece el preparado en su jugo. A mí me gustó mucho, para Juan le faltó «gusto».

Realizamos el camino inverso y llegamos al hotel a las 6 de la tarde. Un día completo para recordar.

 

POR JM…

Simplemente agregar que esa caminata a la que mi tío me llevó volvió a dejarme sorprendido… Ya no por encontrar un lugar de respiro de la ciudad, porque Bandar Seri Begawan es muy poco contaminada por coches, anuncios, ruidos y smog, sino porque vivencié nuevamente un momento único con la naturaleza. Me sentí tan agradecido por lo que estaba viendo y sintiendo desde esa altura, sobre las copas de los árboles y aún con un sol que me partía, que sólo pude «echar unos rezos» para agradecer a Dios y compartir con los queridos ese momento impresionante. 

Eso sí, también agradecí que no me cayera porque esos andamios sostenidos por cables que no se veían se movían y oscilaban que no se imaginan!!. No era para quienes tienen vértigo!!!. 

Bandar Seri Begawan

UNA EXPERIENCIA DIFERENTE.

Bandar Seri Begawan es la capital del país Brunei Darussalam, conocido como el ¨Domicilio de la Paz¨. Es un Sultanato, es decir una monarquía islámica, localizado en la costa norte de la isla de Borneo, donde también se encuentran parte de Malasia e Indonesia. 

Llegamos a este país de apenas 400.000 habitantes luego de muchas bromas entre nosotros, ya que aunque parece estar al lado de los mencionados países vecinos, es bastante complicado llegar y entrar (uruguayos precisan visado, pero no hay consulados en todos lados para obtenerla). Se nos ocurrió visitar Brunei porque además de su interesante selva húmeda de montaña, se trata de un país inmensamente rico (al menos el Sultán!) por los yacimientos de petróleo que posee. Sin embargo, y a diferencia de la idea de ostentación y lujo que muchos tenemos de este tipo de países, su gobernante parece llevar una política social y económica bien diferente al resto de su tipo, evolucionando su país con mucha inversión en educación, infraestructura e incentivos a la vivienda propia.

Un país con mucha similitud con la cultura malasia, pero con las enseñanzas religiosas del Islam y un mutuo respeto entre el monarca y sus súbditos. Disciplina y severas normas que controlan al pueblo son típicas en Brunei. Está estrictamente prohibido la venta y el consumo de alcohol entre los locales, y se autoriza el ingreso limitado por extranjeros para consumo propio en lugares no públicos. A diferencia de lo que conozco en Marruecos, no hay ningún sitio que venda siquiera una cerveza. El consumo y tráfico de cualquier tipo de drogas tiene pena de muerte. 

 

Calor, mucho calor!. No sé que sucede aquí, pero nos da la sensación de que el sol es mucho más fuerte que en Indonesia y Malasia, aún estando en latitudes similares. He decidido que además de protector solar factor 50, no salgo sin un paraguas para protegerme del sol, actitud que llevan muchos locales. De hecho los trabajadores en la calle están todos tapados con sombreros, telas y ropa de manga larga y pantalones. El aire acondicionado del hotel, las dos mezquitas y el museo son oasis de placer!. El transporte público, que por cierto no abunda (casi no hay taxis y hay pocos minibuses), es bastante precario y sofocante. 

 

Visitamos la mezquita James´Asr Hassanil Bolkiah, la más grande del país. Además de ser un edificio muy llamativo, con minaretes y 29 cúpulas doradas y decoradas delicadamente, fuentes y jardines, tuve la oportunidad de entrar y sentarme solo en su lugar principal de oración (uno para hombres, otro específico para mujeres). Descalzo y sentado en su hermoso interior, piso alfombrado con motivos del mismo edificio y su mimbar sumamente decorado en oro, aproveché para rezar en solitario. Nunca había estado en una mezquita tan importante y absolutamente en solitario, en total silencio, y con tanta belleza. Sentí una energía especial, cerré los ojos e imaginé los cientos de fieles que acuden a orar en ese lugar sagrado. Sentí que también mi Dios estaba allí, el Dios de todos, y no pude más que agradecer. Un par de minutos duró ese momento tan intenso hasta que llegó un aparente empleado que al preguntarme si yo era musulmán y yo responder negativamente, pero que estaba rezando a Dios, me pidió que me retirara fuera de la alfombra y para atrás de la varanda donde sólo podíamos estar los visitantes. 

Casi todas las mujeres van cubiertas al estilo islámico, con una multiplicidad de telas, colores, diseños y muchos brillos. La gente vive bien, no hay pobreza. Todos tienen coche, y varios. La gasolina cuesta USD 0,50 por litro, y el diesel USD 0,25. Es común la vida en ¨long houses¨ donde se agrupan los distintos miembros de las familias y sus familias, y comparten una gran casa con dependencias y zonas comunes. Una particularidad de Brunei es el Kampong Ayer (Water Village), llamado como la ¨Venecia del Este¨ … no sé que le vieron…!. En este barrio de casas, escuelas, mezquita, comercios que está construído sobre pilares de madera o cemento sobre las márgenes del río Brunei, habita hoy el 10% de la población y es el más grande de todo el sudeste asiático. Por fuera parece bastante precario. Sus residentes se manejan en lanchas taxis que cruzan incesantemente de un lado al otro de la ciudad. Interesante destacar que muchos de los que allí viven son los extranjeros, la mano de obra que hace el trabajo más pesado y de servicio: llegan de Filipinas, India, Bangladesh, principalmente. Así y todo, a simple vista no parece que todo el pueblo tenga un buen y parecido nivel social. Sin duda la aristocracia y los allegados a la familia real tendrán sus importantes y lujosas diferencias…

 

 

 

No hay casi turismo, el entretenimiento en la capital es ir de compras a los shoppings o a comer. Hay buenos restaurantes, la comida es similar a la indonesia; decididamente la gastronomía de Malasia es la mejor de la zona. La comida típica, el ambuyat, una especie de chicle blanco transparente hecho con palmera, se come con palitos, se moja en salsas picantes, y se traga directamente. La verdad, nada delicioso, al menos para nuestro paladar más occidental.  Y en la calle poca gente; los inmigrantes y trabajadores que no tienen coche, algunos coches que vienen y van dependiendo de la zona, y los 3 o 4 turistas que nos encontramos en los pocos lugares a visitar!.   

 

 

 

 

 

 

En síntesis, 4 días de experiencia única y diferente en un país que sin duda tiene un futuro interesante. Mi tío dice que él no estará para verlo, pero asegura que caminan por una transformación pausada y segura. Veremos…