El regreso. Volando hacia Paris.

 

 

Escribo desde el avión. Un vuelo de doce horas y media desde Bangkok hasta Paris, de Asia a Europa, de oriente a occidente, del calor al frío, y de tantas otras cosas más. Todo acaba y que suerte que es así. Eso me hace más consciente y dueño de mi  mismo.

Francia será un tránsito de algunos días para continuar mi jornada hacia Sao Paulo, y definitivamente hacia Uruguay. Una visita calurosa a mis sobrinos en Lyon será el primer paso de reencuentro con mi familia y mi vida. Le seguirá la gran Sao Paulo, donde el reencuentro ser¡guirá con mi querida Anja y tantos amigos que hoy forman parte de mi familia brasileira. Finalmente, como prometido, unas Navidades en Uruguay junto al resto de mi familia, y allí sí, el ancla final de este viaje que comenzó cuando dejé Montevideo el 15 de marzo pasado. 

Podría escribir tantas páginas en el blog o más de las que ya escribí durante toda esta experiencia en Asia contando como me siento. Sin duda el contenido de mi aprendizaje personal se irá decantando a medida que vaya retomando mi vida occidental con los míos y en ¨lo conocido¨. Quizás muchas cosas cambien, quizás no, pero lo cierto es que de una u otra forma yo he cambiado. Y me encantará ir descubriéndolo de a poco, ajustándolo y adaptándolo a mis relaciones y a mis rutinas.

He cambiado por dentro y posiblemente ni yo y mucho menos los que me conocen lo percibamos. Luego de tantos meses fuera me pregunto como será el reencuentro con las personas queridas, con lo conocido, con lo que siempre fue mi círculo de control y confort. No lo sé exactamente, parecerá inicialmente normal y habitual, como me lo ha parecido cada una de las dos veces que me encontré con Celso y Marcela. Pero en mi fuero íntimo llevo un conjunto de vivencias que seguramente condimentarán mi vida y mis relaciones. 

En esta primera evaluación que quiero compartir con este diario y con quienes me han seguido a través de él agradezco, como intento hacerlo a diario, por la posibilidad que he tenido de iniciar y finalizar tan bien esta fase de mi vida. Agradezco lo aprendido conjuntamente con quienes físicamente me acompañaron en algún momento del viaje: mi tío Raúl, Celso y finalmente Marcela, así como los compañeros que fui encontrando en el camino: Doris, Nelson, Shige, entre tantos otros. Agradezco a quienes me acompañaron emocionalmente, desde esta lectura, desde la reflexión y la oración. Agradezco a los que no están y también me acompañaron, sin duda presentes en tantos momentos de esta experiencia. Agradezco a ese Dios que también me ha acompañado y me ha enseñado a estar más cerca de sí y de mi mismo.   

 

Tailandia – Al sur: Koh Phi Phi y Koh Lanta

DESCUBRIENDO EL TURQUESA MAR DE ANDAMÁN.

La despedida de Tailandia y de mi viaje por Asia no podría haber sido más pintoresca y llena de colores y comfort como lo fue!. Decidimos viajar al sur del país y descubrir algunas de sus islas maravillosas en el Mar de Andamán, en la costa oeste. Paisajes repletos de colores de atardeceres sobre el mar azul y turquesa, islas e islotes que sobresalen formando enclaves increibles con calitas de playas paradisíacas, abundancia y vida marina que ofrece deliciosos platos de pescados y mariscos que se transforman en un ¨must¨ difíciles de evitar. Barcos, buceo, snorkling y mucha paz que sin duda supimos encontrar aún en sitios que podían estar también muy concurridos. 

Viajamos hasta la ciudad de Krabi y desde allí en barco a la isla de Phi Phi. Una isla conocida por su belleza rocosa y una película de Leonardo Di Caprio, aunque muy turistizada. Recorrimos la misma en un día de lancha, aprovechando a darnos unos baños maravillosas en aguas cálidas, hacer snorkling y reir. Qué mejor?. 

El atardecer lo vimos en medio del mar; nuestra lancha paró y apagó los motores, pero como estábamos en un sitio supuestamente con tiburones y muy profundo, no nos invitaron a bañarnos. No pude evitar salirme del grupo y conseguí la autorización para zambullirme y desde el mar, flotando, contemplar un maravilloso atardecer de naranjas, rojos y amarillos. Me acordé de mi Padre a quien dediqué este baño de casi 10 minutos, sin duda único, guardado en mi retina e inspirador de momentos de paz. 

De Phi Phi nos fuimos a la isla de Lanta, donde nos esperaba un increible resort apartado del ruido, sobre la playa tranquila del sur de la isla, que prometía y apostaba a ser el sitio de relax, comunión y despedida con Tailandia, Asia, y mi viaje. 

Sin duda alguna nuestra estadía en el Pimalai fue memorable. Aproveché para bucear y también despedirme de la fauna y flora marina que conocí en los diferentes destinos azules que tuve oportunidad de visitar durante el viaje. Naturaleza marina que sin duda alguna me mostró lo que hasta ahora no había conocido; peces y colores, temperaturas del agua, plantas y silencios que me invitaron a reflexionar.

Yo buceando en las cavernas de Koh Haa

No nos faltó oportunidad para despedirnos de la comida tailandesa y de la amabilidad llena de confusión de los isleños, que aún con su tradicional saludo cordial de manos junto al pecho, muchas veces logró crearnos situaciones que acabaron en carcajadas. 

Tailandia – Bangkok

Bangkok sería sin duda un destino obligado durante la estadía en Tailandia. Ya había pasado por la ciudad otras tres veces en tránsito hacia otros destinos regionales y lo poco que había visto indicaba que se trataba de una gran ciudad. Inicialmente creí que un par de días sería suficiente para tener una idea de la famosa y renombrada capital; sin embargo, ni dos, ni tres, ni cuatro fueron suficientes!. Adaptamos nuestro viaje para darle ocho días y renunciamos a la correría de ¨llegar, mirar, salir, viajar y correr¨, tomando esta urbe como sitio de relax dentro del caos que la caracteriza. Y no nos equivocamos!. 

Bangkok sería el punto de encuentro con mi amada amiga Marcela quien decidió ser fiel a su deseo de venir a Asia a encontrame, compartir mis últimos días en Tailandia, y acompañarme en este regreso de tan importante aventura. Sabía que su cortísima e intensa estancia de una semana sería un momento de alegría y fiesta para todos, y sin duda alguna, me ayudaría a poner un otro ¨pied a terre¨ en mi retirada hacia occidente. Con su llegada, la Fase IV (fase final) de mi viaje comenzaría.

Como mencioné en el primer blog de Tailandia, los conflictos y protestas políticas nos recibieron dejándonos un poco dudosos por sus repercusiones y alcance. Sin embargo rápidamente, y como todo en la vida, nos acostumbramos a evitar los sitios de conflicto y eludir así posibles inconvenientes. Los tailandeses, que suelen manifestarse bastante, tienen un histórico de incidentes a los que de ninguna manera queríamos acoplarnos.

Bangkok es una gran metrópoli de casi diez millones de habitantes que tiene una comunidad china muy importante que data de los tiempos de su histórica ocupación y posterior actividad comercial. He leído que posiblemente más del 50% de su pobación tiene alguna relación con los chinos… 

Alcanza con visitar el espectacular barrio Chinatown para comprender claramente esta influencia!. Particularmente no soy un gran aficionado a esta cultura, pero debo reconocer que fui dos veces al Chinatown para visitar los templos budistas chinos caracterizados por sus clásicos Buddhas gordos y sonrientes y sus rituales de innumerables inciensos que los diferencia a simple vista del resto de los templos tailandeses y regionales Theravada. 

Asímismo, son espectaculares sus mercados de comestibles que aparecen de repente en los alleys y se prolongan por cuadras y cuadras, ofreciendo inimaginables productos crudos y cocidos (desde murciélagos en escabeche, víboras en conserva y su tradicional pescadería, hasta las vísceras más inusuales, vegetales y productos milenarios). Aquí la limpieza no es el común denominador y ni que hablar los olores y la amabilidad de sus comerciantes. Pero es así, nada nuevo para quien ya conoce un poco la impetuosidad de su gente!. 

Chinatown, al igual que toda Asia y sin duda toda Bangkok, es un mercado de comidas callejeras que abundan por todos los rincones. Recuerdo cuando llegué a Malasia al principio del viaje y todo eso me llamaba la atención, incluso traía en mente que lo que fuese comida de calle no era lo ideal para mi estómago, ya que implicaba un riesgo potencial de diarreas e intoxicaciones que me podrían hacer pasar muy malos momentos. Pero como cambian las cosas…!!. Ya con mi compañero Tío Raúl aprendí que el mejor restaurante chino puede sin duda alguna ser el más asqueroso y menos higiénico que aparezca por la calle!. Desde esa experiencia positiva no dudé en probar y comer todo tipo de auténticas y originales delicias que fui encontrando en los diferentes países, y Bangkok no fue una excepción. Uno no puede preguntarse si hay agua corriente, ni pensar mucho como lavan los platos o como mantienen refrigerados los mariscos e ingredientes de esas sopas y arroces olorosos. Más vale ver el resultado final, la habilidad del chef, y si es posible, identificar aquellos puestitos (stalls) que tengan mayor clientela, en lo posible local, que garantice el movimiento y la rotación. Lo bueno de mi experiencia y de mi confianza ayudó, aunque no siempre, a que Celso y luego Marcela arriesgasen con algunas comidas callejeras, incluso frutas peladas que son características en Tailandia. Las habilidades de los artesanos chefs en el manejo de la cuchilla y/o el wok llaman la atención inmediata de todos quienes disfrutamos de la buena cocina. Por suerte, nunca un desenlace negativo!. 

Bangkok está dividida en varias regiones y barrios, pero la más tradicional, céntrica y antigua es la que se encuentra a orillas de su río principal, y se conoce como Riverside. Este río oficia de eje turístico, comercial y de transporte fluvial y conecta de sur a norte con los principales canales que también caracterizan a esta metrópoli asiática. En nuestra semana de visita en la misma, decidimos que instalarnos al borde del río sería no solamente pintoresco y estratégico para nuestras actividades turísticas, sino que también nos aislaría de las regiones más conmovidas por las protestas y los preparativos por el anversario de monarca. Relamente fue muy acertado y espectacular, así como práctico y fácil, aprovechar el transporte y las hermosas vistas decoradas por los navíos, lanchas, barcos y barcazas que diariamente circulaban por este accidente fluvial. 

Bangkok es una ciudad caracterizada por su tránsito insoportable y ensordecedor, por lo que la opción de utilizar el transporte  público fluvial ayudó a escapar de los atascos, las negociaciones con los taxistas y tuk tuks. Sobre las márgenes del río se sitúan varios de los principales templos (Wat Arún, Wat Pho, Palacio Real, entre otros), así como varios mercados de artesanías, souvenirs, amuletos y comidas. Bangkok tiene innumerables mercados (también shoppings para todo los gustos y ostentaciones) donde la actividad comercial es incesante y hasta muchas veces estresante, especialmente para quienes no disfrutamos de las aglomerciones, las búsquedas de gangas y el clásico y necesario regateo para fijar un precio medianamente justo. Se encuentra de todo y generalmente los precios son bajos (siempre más caro que Vietnam, Laos, Camboya y ni que hablar Myanmar), y como dicen Celso y Marcela, hay que venir a Tailandia con maletas vacías para irse cargado porque ¨hay de todo¨!. Por suerte personalmente me mantuve con mis 15 kgs en mi mochila y mis experiencias comerciales se limitaron a ayudar a mis compañeros!. 

Entre los edificios más impresionantes que visitamos en la ciudad destaco los templos budistas Theravada repletos de imágenes de Buddha doradas (una de ellas enchapada en Chinatown en oro 24 k) en sus variadas posiciones (reclinado, sentado, en pie y acostado) y ¨mudras¨ (posiciones de las manos y piernas que indican por ejemplo meditación, iluminación, pedido de lluvia, etc). Templos con inmensas estupas decoradas con cerámica o pintadas en oro; techos a dos aguas  altísimos característicos del estilo Theravada decorados con colores y Nagas (víbora protectora) en sus vértices, leones y dragones, imágenes de Apsaras y Diosas, y hasta en algunos de ellos, imágenes de la vida de Buddha y de los principales monjes iluminados, una especie de santos próceres del budismo tailandés. En algunos pocos templos hay mezcla de imágenes de Dioses hinduístas, principalmente Ganesha, Shiva, Brahma y Vishnu, típicos de la época en la que el brahamanismo precedió al budismo y convivió junto a este. De hecho, ambas ¨religiones¨ conviven pacíficamente y se mezclan sin ningún tipo de rechazo entre sus seguidores y fieles.

El Palacio Real y su templo del famoso Buddha de Esmeralda (en realidad de jade), digamos exactamente el primero y más antiguo de los tres palacios que actualmente se encuentran en la ciudad, son conjuntamente con los templos Pho y Arún los más impactantes y deslumbrates que he visitado en Tailandia. El tamaño de sus edificios, el colorido de sus piedras e intensos dorados, su opulencia y la majestuosidad de sus altares impiden que pasen desapercibidos aún ante los ojos de turistas como yo que durante mi jornada asiática debo haber visitado fácilmente más de ciento cincuenta templos y palacios. Disfruté de compartir junto con Marcela la visita a algunos de ellos y observar su asombro por tal maravillosa arquitectura y tesoros. En el Palacio Real, y junto al mausoleo de sus Reyes, existe una réplica en ¨miniatura¨ del templo de Angkor de Camboya, que supo ser parte del dominio siamés durante sus conquistas posteriores al S XIII o XIV. Un tesoro que sin duda la humanidad debe reconocer como legado de una época majestuosa del Imperio Khmer. Reencontrarme con esta estructura, aún siendo una réplica, revivió las fantasías del posible pasado que esconden sus espacios y los recuerdos de nuestras vivencias recorriendo sus galerías al amanecer.

En Bangkok continuaron los masajes y las experiencias culinarias; sin embargo, los primeros dejaron de interesarme y decidí renunciar a ellos y descansar en el balcón del hotel admirando el ir y venir de barcos que navegaban por el río. No conseguí evitar las tentaciones de las delicias tailandesas y aunque nuestro desayuno era poderoso y acopiador de energías y calorías, encontrábamos siempre excusas para deleitarnos con cenas bastante originales. La cerveza local, de preferencia las marcas Chang, Leo y Singha fueron las elegidas para calmar la sed del calor de la ciudad. 

Quisiera recordar la experiencia vivida el 5 de diciembre con la celebración del aniversario del Rey, en la que fuimos invitados por el hotel a unirnos en el lobby a cantar y encender velas junto con su personal y toda la nación, live, a través de una televisación donde el país entero haría lo mismo. Interesante, diferente. 

Por último, en Bangkok nos vimos obligados a hacer un ejercicio de desapego material y control emocional, similar al que ya habíamos experimentado en Vietnam. Sorpresivamente y sin siquiera aún comprender como aconteció, perdimos la cámara de fotos que habíamos comprado para reemplazar la falta de nuestros teléfonos celulares luego del hurto de Vietnam. Intentamos todas las gestiones y seguimos todos nuestros pasos, incluso movilizando al personal del hotel, las cámaras de seguridad y la policía interna del mismo, pero todo fue en vano. Con la pérdida de esta otra cámara fotográfica se fueron todas las fotos que obviamente no habíamos conseguido respaldar desde Vietnam hasta Bangkok… Ufffff  ….. Es cierto que todo es atemporal y que todo puede pasar en cualquier momento, sin esperarlo, sin planificarlo. Lo difícil es aceptarlo y controlar las emociones de infelicidad y conflicto que se generan en cada uno de nosotros, incluso de frustración. Pero nada es imposible!. Todo quedará en nuestra retina!. 

 

Tailandia – Chiang Mai y noroeste

La llegada a Tailandia fue sin duda un reencuentro con el calor del sudeste asiático, un ¨abrazo¨ de las tierras que me han acompañado en una gran parte de todo mi viaje por Asia. Tailandia es el último destino del Asian Tour, y el último país del Asean por conocer. He dejado como final de mi viaje un país del que he escuchado mucho hablar, destino de muchos, imágenes de islas de aguas turquesas e historia, de sabores y sonrisas. Será realmente así?. A esta pregunta le apuesto entonces tres semanas y la despedida de todo mi recorrido. Espero que mi llegada ya fuera del verano y de la época de lluvias me ayude a disfrutar de su cultura sin tener que correr a refugiarme en los sitios con aire acondicionado!.

Un país de aproximadamente 67 millones de personas donde el 95% son budistas y el resto musulmanes. El 75% de sus habitantes son de origen tai y el 14% de origen chino, una población que se deja notar en las principales ciudades y en las fronteras, donde imponen como siempre su cultura y su actitud tan diferencial… uffff…. 

Tailandia es una de las principales economías del sudeste asiático y de toda Asia, con un crecimiento muy significativo y a la cabeza de todos sus vecinos, China aparte. Los productos tai los he encontrado en todos sus vecinos, generalmente asociados a productos de mayor calidad y precio. Y sin duda regionalmente lo son.

Una monarquía parlamentaria increiblemente con una división política interna muy marcada. Nuestra visita a Bangkok coincidió con las revueltas que seguramente están viendo en las noticias entre los simpatizantes del gobierno (rojos) y los de la oposición (amarillos). Estos últimos son los partidarios de la monarquía y contra el regimen de la actual Primer Ministro, la hermana del derrocado y exiliado en Dubai ex Primer Ministro, Thaksin Shinawatra. Las conjeturas de la oposición y principal razón de sus luchas es que detrás de su gobierno está su hermano dirigiendo el país. Él fue derrocado en 2006 en un couple détat con apoyo del ejército y el visto bueno tácito del Rey.

El día 5 de diciembre fue el cumpleaños del amado Rey Rama IV de 86 años, que ha reinado en el país por 67 años. Toda una fiesta para un líder considerado Santo, pero que parece estar bastante débil de salud y separado de sus funciones políticas. 

Las revueltas y manifestaciones están apoyadas principalmente por jóvenes y estudiantes, tailandeses del sur y aristocracia. Al contrario de lo que podría ser la tendencia mundial, este grupo de opositores se manifiesta en las calles de la capital reclamando un cambio en su régimen político y de gobierno donde exista una mayor incidencia monárquica y una menor democracia. Los parlamentarios de la oposición han renunciado a sus cargos y el país está cada día más revolucionado, especialmente en un momento del año en el que reciben a su mayor cantidad de turistas.

Por lo que he aprendido y percibido, los tailandeses son realmente activos en expresar sus creencias y manifestar sus descontentos. La historia del país tiene ya decenas de revueltas en las que siempre acaban contando muertos, especialmente jóvenes. Triste, poco imaginado por quienes venimos de fuera con el preconcepto que Tailandia es sólo playa y placer. Error!. 

 

CHIANG MAI

Comenzamos la visita al país por el noroeste, por Chiang Mai, la segunda ciudad más poblada del país donde teóricamente es un buen destino de escape de la locura de la capital.

Sin conocer Bagkok, pero viniendo de Tokyo, Chiang Mai no me impactó ni me apabulló. Debo reconocer que llevo ya un tiempo recorriendo países y ciudades de todo tamaño, culturas y religiones, por lo que tampoco esperaba una gran sorpresa. Sin embargo, aunque rápidamente me readapté al calor y al supuesto desorden de sus calles, la invasión turística me dejó bastante sorprendido. Esto no lo había sentido en todo el viaje; turistas por doquier creando sus propios espacios y sin duda infectando la autenticidad de la cultura local. En realidad ya estaba advertido que Tailandia sería un país con una presencia turística importante, pero no creí que mi sentimiento sería tan negativo hacia eso. Justamente todo mi pasado en Asia estuvo casi que coincidiendo con las bajas temporadas, la época de lluvias, los destinos turísticos menos comunes y las regiones muchas veces menos visitadas. 

Rápidamente comencé a entender que era la primera vez que me exponía en un sitio donde debía compartir con tantos otros de mi mismo origen occidental … y muchos asiáticos también!. Chinos… ufff jajajaja!!. Me di cuenta que mi viaje había bruscamente cambiado; de ser uno de los pocos y poder experimentar culturas y relaciones auténticas con los locales, a muchas veces sentir cierta impetuosidad y poca permeabilidad por parte de los anfitriones. Esto se repitió durante las tres semanas que pasé en el país, y aunque me fui adaptando como a todo en la vida, nunca dejé de sentirlo y manifestarlo. 

No puedo juzgar negativamente a un país que tiene una cultura tan especial y deliciosa, pero sí opino que se trata de un destino asiático en el que cada vez es más difícil identificar sus raíces y aislar a los turistas. Lamentablemente su apertura ha creado una industria que genera millones y millones de ingresos y mantiene a gran parte de su población activa (apenas el 1,2% está desempleado). Muy diferente a lo que experimenté en otros países de mi viaje, lo cual agradezco y valoro inmensamente, porque me ha ayudado a entender y sentir ce cerca lo que aquí en Tailandia me ha costado un poco más. 

Chiang Mai es una ciudad con una parte fortificada, centro de las principales atracciones y mercados de comestibles y artesanías (que obviamente están atiborrados de turistas que compran con ansiedad creyendo que todo es muy pero muy barato!). Una ciudad como casi todo el país, repleta de templos budistas Theravada como los que conocí y describí en mi visitas a Myanmar, Laos y Camboya. Same same, but different!.

Entendí que una de las formas más acertadas de descubrir la cultura tailandesa y sí diferenciarla de mis experiencias anteriores, era profundizar en su culinaria, algo que siempre me había llamado la atención y traía sin duda alguna como uno de mis objetivos principales en este país. Y ciertamente no me equivoqué!. Me llegaron a preguntar algunos turistas con los que me encontré qué me había sorprendido más en Chiang Mai. Mi respuesta: su deliciosa comida!. Bueno, aquí también el turismo ha contaminado las tradiciones y hay que pedir especialmente que los platos lleguen a la mesa con total estilo tai, sin restarle sabores y especialmente picante, distintivos en toda su cocina. Lemon grass, coriandro, coco, lima, gengibre, pimientos son algunos de los sabores que no faltan en sus platos. Sopas Tom Yum llenas de sabores y condimentos, Phad Thai noodles, mariscos y pescados por doquier, así como pollo, cerdo y carne. Sabores agridulces y fuertes, picantes, vegetales siempre en su punto y crocantes. Colores y variedades que nunca cansan, sino que para quienes disfrutamos de estas características, llegan a generar cierta adicción por comer más y cada día disfrutar mejor de cada uno de sus platos.

Chiang Mai está situada al norte del país y rodeada de montañas, vegetación exhuberante y fauna increible. Por todas partes nos ofrecen visitas a zoos, actividades para andar en elefantes y hasta compartir sus cuidados, pero no optamos por ninguna de ellas, ya que en su gran mayoría implican cierta sumisión y trabajos ridículos por parte de los animales que nos parecen totalmente contra su naturaleza. Sin embargo, decidimos con total acierto hacer el Flight of the Gibbon, una aventura por sobre las copas de los árboles de más de 35 metros en la que se recorre un circuito en altura con cuerdas y cables, literamente ¨volando¨ y sintiendo una adrenalina indescriptible!. Nos equiparon con seguros arneses y cascos, y allá fuimos a caminar y a desplazarnos por las cuerdas que unen estaciones en y sobre las copas de los inmensos árboles. Al principio un poco de miedo, quizás de respeto, pero luego la adrenalina se transforma en un vicio que pide más y más altura, más y más distancia entre árbol y árbol, más y más vuelo!. Alucinante!. 

 

Chiang Mai fue el momento adecuado para que además de visitar decenas y decenas de templos budistas, algunos hinduístas y algunos de mezcla de ambas religiones, pudiésemos tener una nueva experiencia de iniciación a la meditación y al budismo. Una pendencia que personalmente tenía con Celso, quien cada día se mostraba más interesado en su profundización, y ya mis aportes y explicaciones parecían insuficientes para completar su primer contacto con tan increible filosofía. Fue así que encantados de la vida nos dirijimos a un retiro de escasos dos días para aprender estas básicas en grupo (lamentablemente TODOS occidentales…). El resultado no podría haber sido más interesante para él, y sin duda también para mí, al ver y sentir que mis previas experiencias habían calado fuerte y hondo en mi mente y en mi consciencia. Experiencia TOP, especialmente cuando es compartida con una persona querida!. 

Finalmente, Chiang Mai también fue el inicio de otra experiencia típicamente tailandesa que nos acompañaría por el resto del viaje y por todo el país: masajes!. Desde el primer día nos zambullimos en las casas de masajes que abundan por todas las ciudades y no faltan en todos los rincones del país. A precios de apenas USD 8 por hora (y de allí en adelante), te invitan a relajarte en sillones o camastros, luego de escoger en un auténtico menú el masaje de tu preferencia, de un tipo u otro, con mayor o menor fortaleza, en una u otra parte de tu cuerpo, de uno u otro estilo, a dos, cuatro o seis manos, ETC! (con mayúscula). Sin duda los tailandeses llevan la escuela de masajistas gravada a fuego en su cultura y es impresionante como respetan y veneran esta tradición. En sitios incluso públicos, en espacios creados por sillones improvisados, o en peceras de incansables mujeres que invitan a entrar repitiendo ¨masage Sir!!!¨, los masajes en este país son sin duda alguna un sello de relax y disfrute que ayudan a relajar y dar un respiro placentero en cualquier momento del día!. 

En algunas casas de masajes incluyen también peceras con pequeños pececitos que textualmente limpian las impurezas de los pies y de cualqueir parte de la piel que se les brinde!. Yo los había experimentado naturalmente en una cascada en Brunei y realmente había sentido poco confort al tenerlos invadiendo y mordiendo TODO mi cuerpo!. Un cosquilleo molesto que no me interesó en repetir. Sin embargo mi compañero no dudó en darles de comer!.

 

HACIA EL OESTE, DIRECCIÓN FRONTERA CON MYANMAR.

Desde Chiang Mai salimos en autobús hacia la frontera con Myanmar, a la provincia de Mae Hon Son, al noroeste del país. Nuestro objetivo era alejarnos de la ciudad y experimentar unos días de auténtica cultura tai en sitios con escaso turismo, intentando obtener el sabor de las diferentes etnias que pueblan los sitios de frontera con China y Myanmar. De ambos países hay miles de refugiados que ya son parte de la cultura tailandesa y marcan color y sonrisas que sin duda alguna quise ¨abrazar¨ para recordar mis experiencias especialmente birmanas. Etnias Akha, Lahu y Lisu (originarios del Tibet), Hmong (sur de China y Laos), Karen (Myanmar) y Mien (China) fueron algunas de las principales que pudimos conocer y reencontrar en estos días de viaje terrestre por las selvas del norte. 

A decir verdad teníamos una alta expectativa de reencontrar la población de myanmaros que supe conocer en mi visita al sureste de Myanmar, pero ni la cercanía de escasos pocos kilómetros con la frontera entre Tailandia y este país, nos dejaron ver la autenticidad que recordaba. Nuevamente un ejercicio de expectativas no colmadas y una ¨tailandización¨ (acabo de inventar la palabra) de sus pobladores requirieron de un mayor esfuerzo por encontrar e identificar las costumbres puras que yo traía en mi mente y de las que no había parado de hablar con mi compañero. 

Sin perjuicio de ello, aprovechamos junto con un calor adicional, a disfrutar de mercados callejeros, comidas auténticas en plena calzada, olores y sabores aún desconocidos, y las sonrisas de los miles de monjes que nos recibían en los templos, esta vez sí, mirándonos con un poco más de curiosidad por tratarse de extranjeros ya menos habituales en estas regiones. Eso, para mí, valió el viaje!. 

Visitamos el poblado de Pai, una localidad frente al río donde abunda el turismo de locales, chinos y occidentales que prefieren dejar de lado el confort y el lujo para disfrutar de la naturaleza, una vida más alternativa, y sin duda alguna las fiestas!. Una noche fue suficiente para comprender que no era allí donde encontraríamos la esencia tailandesa de frontera que buscábamos, y seguimos nuestro camino.

Conocimos Mae Hon Son, una pequeña ciudad de casi frontera, con templos de enorme influencia myanmara, deliciosamente decorados con sus Buddhas más estilizados y sus trabajos en madera Teka. En su templo principal, aprovechamos para encender una tradicional lámpara de papel y pedir unos deseos, ayudados por los monjes, tal y como indica la tradición budista. Emocionante, aún siendo unos pocos quienes en ese momento y por curiosidad encendimos esas vistosas y pacíficas lámparas que se sueltan y suben como globos al cielo hasta desaparecer, iluminando la noche como estrellitas amarillas en movimiento.

Nuestro viaje por el norte y noroeste de Tailandia finalizaría luego de ocho días en los que sabíamos que nos depedíamos del clima norteño y verde para dedicarnos a la gran urbe y luego al turquesa de sus islas. Nada que no nos alentara!. 

Japón – Isla de Okinawa

Decidí conocer la parte sur de Japón y aprovechar de una buena temperatura para ver colores azules y turquesas del Océano Pacífico. En esta época del año ya comienzan los fríos y Tokyo fue el mejor ejemplo de una primer semana en Japón donde tuve que salir a comprar abrigo. Una experiencia que no tenía desde los frescos y algo fríos días de verano del Tibet, donde por causas obvias de la altura, aún en pleno verano hay que abrigarse. El resto del viaje fue todo verano y manga corta. 

Entendí que esta época del año sería buena para visitar el archipiélago de Ryukyu, al sur de Japón, algunas de sus islas cerca de Filipinas y otras de Taiwan. Escogí Okinawa, su isla principal y capital ryukense. Para llegar a Okinawa, a su capital Naha, hay que tomar un vuelo de 3 horas y media desde Tokyo. Casualmente el día que dejé Camboya con destino a Japón, coincidió con el peor desastre del tifón en Filipinas. La verdad que sólo me enteré de los fuertes vientos que se sintieron también en Camboya, pero no imaginé que eso era el indicativo de tan importante catástrofe. 

Los planes en Okinawa eran de bucear en aguas del Pacífico, aprovechar las vistas increibles de las islas y aprender de una nueva subcultura japonesa, la cultura Ryukyu, en todas sus tradiciones y constumbres. Me gustó la idea de saber que ya había viajado hasta el extremo norte del país, hasta la isla de Rebun-to en Hokaido, y ahora conquistaría una parte del extremo sur del país. Dos subculturas totalmente diferentes, ambas con sus particularidades claramente opuestas por razones climáticas (Hokaido al norte, frío y nieve; Okinawa al sur, calor y playa). Ambas con una historia propia.

 

El Reino de Ryukyu. Brevísima historia.

Reino independiente que gobernó la mayoría de las Islas Ryūkyū (al sur de Japón) desde el siglo XIV al siglo XIX. Los reyes ryukyuenses unificaron la Isla de Okinawa y extendieron el reino a las Islas Amami e Islas Yaeyama junto a Taiwán. A pesar de su pequeño tamaño, el reino jugó un papel central en las redes de comercio marítimo del este y del sureste de Asia en la época medieval. 

Por cerca de 200 años, el reino Ryūkyū figuraría como elemento clave en el comercio marítimo con Asia Suroriental y Oriental, con cierta independencia pero muy vinculados a la Dinastía Ming china. 

Tras la revolución Meiji, el Gobierno meiji japonés abolió el reino Ryūkyū, anexionando oficialmente las islas a Japón como la prefectura de Okinawa el 11 de marzo de 1879. El rey Shō Tai, el último rey ryukyuense, se mudó a Tokyo y fue investido Marqués como otros muchos aristócratas japoneses.

Además de esta increible historia de comerciantes, esta parte del archipiélago jugó un rol clave en la Segunda Guerra Mundial, donde fueron ocupadas por los americanos y transformadas en base estratégica para la lucha contra los japoneses. Finalizada la guerra en 1945, el archipiélago fue administrado por los Estados Unidos. Las islas del grupo Amami fueron devueltas al Japón en 1953 y son parte de la prefectura de Kagoshima. El resto del archipiélago, a excepción de la isla de Okinawa, fue entregado en 1967. Okinawa volvería a soberanía japonesa solo en 1972.

Hoy viven en Okinawa más de 100.000 americanos y ocupan más de dieciseis bases militares. 

Aprendí baastante en una semana de viaje tranquilo y con pocos turistas; aproveché a bucear y admirar fauna y flora marina, con un poco de frío bajo el agua (precisé usar trajes de neopreno de 5 mm) pero con clima cálido. 

Los locales son grandes pescadores y esto se refleja en las comidas típicas repletas de mariscos. Sin embargo, es fundamental en la dieta local el cerdo. 

Atardeceres y amaneceres sobre aguas oceánicas tranquilas y otras bravías. Playas ya desérticas por el ¨invierno¨ que invitan a relajarse y disfrutar de vistas y sonidos marinos que para quienes amamos el mar, nos dejan extasiados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sea Aquarium frente al mar, doblemente fabuloso. 

 

 

 

 

 

 

 

Japón – Welcome back!. Tokyo

Han sido varios los momentos en este viaje en los que me he quedado imaginando donde exactamente me encuentro en el mapa del mundo. Una especie de google maps mental en el que imagino el mundo y de a poco me voy acercando al sitio donde estoy. Es un ejercicio que me gusta bastante y que no es la primera vez que lo hago. Me ayuda a comprender mis conquistas y a ser consciente de mis desplazamientos, hoy en Asia, otras veces por el mundo. Me ayuda a fantasear sobre los sitios que me gustaría conocer y cubrir en esta especie de viaje por la vida y por el mundo. Me ayuda a darme cuenta de las distancias físicas con mis seres queridos, en uno y otro país, en uno y otro hemisferio.

Durante uno de estos google maps mentales percibí que realmente estaba lejos de mis continentes habituales y de mis sitios de arraigo. Sin embargo, también me dio la impresión que estoy siempre cerca de todos los sitios que quiero estar y que esa idea de lejanía era falsa. De hecho nunca la he sentido!. 

Cuando pensé en todos los sitios que había visitado y me pregunté a cual de ellos le haría sin duda una segunda visita, rápidamente pensé en Japón. La excusa de la cercanía no tardó en alentar la fantasía de un regreso y Camboya era la excusa perfecta para acortar las dos semanas de estancia mínima que he querido dedicar a cada uno de los países del Asean. 

Japón ha sido realmente deslumbrante y acogedor durante el mes que pasé allí, por lo que entendí que fácilmente conseguiría repetir ese sentimiento conociendo el sur del país y sin lugar a dudas, repetir la maravillosa capital. Así que le dediqué nuevos 15 días!. 

De Tokyo podría continuar escribiendo como lo he hecho en los blogs pasados. Pero en este simplemente me gustaría compartir algunas fotos y reforzar ese sentimiento de confort y aprendizaje que me llevo de la cultura nipona. Sin duda me resultó mucho más fácil moverme y optar por los sitios que me habían quedado pendientes, y mucho más fácil me resultó comprender a los locales y relacionarme con ellos. Es verdad que se trata de una cultura llena de normas y procesos, muchas veces muy rígidos y estrictos, que llegan a frustrar a cualquier latino. Y sí, por más conocimiento y experiencia, pasé por esa frustración un par de veces. Pero más que por las normas que no consiguen eludir, por el simple hecho de ser consciente que dicha frustración provino del propio sentimiento del japonés de no querer defraudar al otro, en este caso, a mí mismo. 

 

 

 

 

 

 

Visitamos uno de los criadores más famosos del  mundo de la raza canina Akita Inu. El canil Shirai al suroeste de Tokyo, donde conocimos a los exportadores de los mejores ejemplares que van hacia Europa y América, y de donde salió el abuelo de Anja. 

 

Celso y Mr. Shirai

 

Deleites y pruebas gastronómicas!.

Con mi amigo Shige