La llegada a Tailandia fue sin duda un reencuentro con el calor del sudeste asiático, un ¨abrazo¨ de las tierras que me han acompañado en una gran parte de todo mi viaje por Asia. Tailandia es el último destino del Asian Tour, y el último país del Asean por conocer. He dejado como final de mi viaje un país del que he escuchado mucho hablar, destino de muchos, imágenes de islas de aguas turquesas e historia, de sabores y sonrisas. Será realmente así?. A esta pregunta le apuesto entonces tres semanas y la despedida de todo mi recorrido. Espero que mi llegada ya fuera del verano y de la época de lluvias me ayude a disfrutar de su cultura sin tener que correr a refugiarme en los sitios con aire acondicionado!.
Un país de aproximadamente 67 millones de personas donde el 95% son budistas y el resto musulmanes. El 75% de sus habitantes son de origen tai y el 14% de origen chino, una población que se deja notar en las principales ciudades y en las fronteras, donde imponen como siempre su cultura y su actitud tan diferencial… uffff….
Tailandia es una de las principales economías del sudeste asiático y de toda Asia, con un crecimiento muy significativo y a la cabeza de todos sus vecinos, China aparte. Los productos tai los he encontrado en todos sus vecinos, generalmente asociados a productos de mayor calidad y precio. Y sin duda regionalmente lo son.
Una monarquía parlamentaria increiblemente con una división política interna muy marcada. Nuestra visita a Bangkok coincidió con las revueltas que seguramente están viendo en las noticias entre los simpatizantes del gobierno (rojos) y los de la oposición (amarillos). Estos últimos son los partidarios de la monarquía y contra el regimen de la actual Primer Ministro, la hermana del derrocado y exiliado en Dubai ex Primer Ministro, Thaksin Shinawatra. Las conjeturas de la oposición y principal razón de sus luchas es que detrás de su gobierno está su hermano dirigiendo el país. Él fue derrocado en 2006 en un couple détat con apoyo del ejército y el visto bueno tácito del Rey.
El día 5 de diciembre fue el cumpleaños del amado Rey Rama IV de 86 años, que ha reinado en el país por 67 años. Toda una fiesta para un líder considerado Santo, pero que parece estar bastante débil de salud y separado de sus funciones políticas.
Las revueltas y manifestaciones están apoyadas principalmente por jóvenes y estudiantes, tailandeses del sur y aristocracia. Al contrario de lo que podría ser la tendencia mundial, este grupo de opositores se manifiesta en las calles de la capital reclamando un cambio en su régimen político y de gobierno donde exista una mayor incidencia monárquica y una menor democracia. Los parlamentarios de la oposición han renunciado a sus cargos y el país está cada día más revolucionado, especialmente en un momento del año en el que reciben a su mayor cantidad de turistas.
Por lo que he aprendido y percibido, los tailandeses son realmente activos en expresar sus creencias y manifestar sus descontentos. La historia del país tiene ya decenas de revueltas en las que siempre acaban contando muertos, especialmente jóvenes. Triste, poco imaginado por quienes venimos de fuera con el preconcepto que Tailandia es sólo playa y placer. Error!.
CHIANG MAI
Comenzamos la visita al país por el noroeste, por Chiang Mai, la segunda ciudad más poblada del país donde teóricamente es un buen destino de escape de la locura de la capital.
Sin conocer Bagkok, pero viniendo de Tokyo, Chiang Mai no me impactó ni me apabulló. Debo reconocer que llevo ya un tiempo recorriendo países y ciudades de todo tamaño, culturas y religiones, por lo que tampoco esperaba una gran sorpresa. Sin embargo, aunque rápidamente me readapté al calor y al supuesto desorden de sus calles, la invasión turística me dejó bastante sorprendido. Esto no lo había sentido en todo el viaje; turistas por doquier creando sus propios espacios y sin duda infectando la autenticidad de la cultura local. En realidad ya estaba advertido que Tailandia sería un país con una presencia turística importante, pero no creí que mi sentimiento sería tan negativo hacia eso. Justamente todo mi pasado en Asia estuvo casi que coincidiendo con las bajas temporadas, la época de lluvias, los destinos turísticos menos comunes y las regiones muchas veces menos visitadas.
Rápidamente comencé a entender que era la primera vez que me exponía en un sitio donde debía compartir con tantos otros de mi mismo origen occidental … y muchos asiáticos también!. Chinos… ufff jajajaja!!. Me di cuenta que mi viaje había bruscamente cambiado; de ser uno de los pocos y poder experimentar culturas y relaciones auténticas con los locales, a muchas veces sentir cierta impetuosidad y poca permeabilidad por parte de los anfitriones. Esto se repitió durante las tres semanas que pasé en el país, y aunque me fui adaptando como a todo en la vida, nunca dejé de sentirlo y manifestarlo.
No puedo juzgar negativamente a un país que tiene una cultura tan especial y deliciosa, pero sí opino que se trata de un destino asiático en el que cada vez es más difícil identificar sus raíces y aislar a los turistas. Lamentablemente su apertura ha creado una industria que genera millones y millones de ingresos y mantiene a gran parte de su población activa (apenas el 1,2% está desempleado). Muy diferente a lo que experimenté en otros países de mi viaje, lo cual agradezco y valoro inmensamente, porque me ha ayudado a entender y sentir ce cerca lo que aquí en Tailandia me ha costado un poco más.
Chiang Mai es una ciudad con una parte fortificada, centro de las principales atracciones y mercados de comestibles y artesanías (que obviamente están atiborrados de turistas que compran con ansiedad creyendo que todo es muy pero muy barato!). Una ciudad como casi todo el país, repleta de templos budistas Theravada como los que conocí y describí en mi visitas a Myanmar, Laos y Camboya. Same same, but different!.
Entendí que una de las formas más acertadas de descubrir la cultura tailandesa y sí diferenciarla de mis experiencias anteriores, era profundizar en su culinaria, algo que siempre me había llamado la atención y traía sin duda alguna como uno de mis objetivos principales en este país. Y ciertamente no me equivoqué!. Me llegaron a preguntar algunos turistas con los que me encontré qué me había sorprendido más en Chiang Mai. Mi respuesta: su deliciosa comida!. Bueno, aquí también el turismo ha contaminado las tradiciones y hay que pedir especialmente que los platos lleguen a la mesa con total estilo tai, sin restarle sabores y especialmente picante, distintivos en toda su cocina. Lemon grass, coriandro, coco, lima, gengibre, pimientos son algunos de los sabores que no faltan en sus platos. Sopas Tom Yum llenas de sabores y condimentos, Phad Thai noodles, mariscos y pescados por doquier, así como pollo, cerdo y carne. Sabores agridulces y fuertes, picantes, vegetales siempre en su punto y crocantes. Colores y variedades que nunca cansan, sino que para quienes disfrutamos de estas características, llegan a generar cierta adicción por comer más y cada día disfrutar mejor de cada uno de sus platos.
Chiang Mai está situada al norte del país y rodeada de montañas, vegetación exhuberante y fauna increible. Por todas partes nos ofrecen visitas a zoos, actividades para andar en elefantes y hasta compartir sus cuidados, pero no optamos por ninguna de ellas, ya que en su gran mayoría implican cierta sumisión y trabajos ridículos por parte de los animales que nos parecen totalmente contra su naturaleza. Sin embargo, decidimos con total acierto hacer el Flight of the Gibbon, una aventura por sobre las copas de los árboles de más de 35 metros en la que se recorre un circuito en altura con cuerdas y cables, literamente ¨volando¨ y sintiendo una adrenalina indescriptible!. Nos equiparon con seguros arneses y cascos, y allá fuimos a caminar y a desplazarnos por las cuerdas que unen estaciones en y sobre las copas de los inmensos árboles. Al principio un poco de miedo, quizás de respeto, pero luego la adrenalina se transforma en un vicio que pide más y más altura, más y más distancia entre árbol y árbol, más y más vuelo!. Alucinante!.

Chiang Mai fue el momento adecuado para que además de visitar decenas y decenas de templos budistas, algunos hinduístas y algunos de mezcla de ambas religiones, pudiésemos tener una nueva experiencia de iniciación a la meditación y al budismo. Una pendencia que personalmente tenía con Celso, quien cada día se mostraba más interesado en su profundización, y ya mis aportes y explicaciones parecían insuficientes para completar su primer contacto con tan increible filosofía. Fue así que encantados de la vida nos dirijimos a un retiro de escasos dos días para aprender estas básicas en grupo (lamentablemente TODOS occidentales…). El resultado no podría haber sido más interesante para él, y sin duda también para mí, al ver y sentir que mis previas experiencias habían calado fuerte y hondo en mi mente y en mi consciencia. Experiencia TOP, especialmente cuando es compartida con una persona querida!.
Finalmente, Chiang Mai también fue el inicio de otra experiencia típicamente tailandesa que nos acompañaría por el resto del viaje y por todo el país: masajes!. Desde el primer día nos zambullimos en las casas de masajes que abundan por todas las ciudades y no faltan en todos los rincones del país. A precios de apenas USD 8 por hora (y de allí en adelante), te invitan a relajarte en sillones o camastros, luego de escoger en un auténtico menú el masaje de tu preferencia, de un tipo u otro, con mayor o menor fortaleza, en una u otra parte de tu cuerpo, de uno u otro estilo, a dos, cuatro o seis manos, ETC! (con mayúscula). Sin duda los tailandeses llevan la escuela de masajistas gravada a fuego en su cultura y es impresionante como respetan y veneran esta tradición. En sitios incluso públicos, en espacios creados por sillones improvisados, o en peceras de incansables mujeres que invitan a entrar repitiendo ¨masage Sir!!!¨, los masajes en este país son sin duda alguna un sello de relax y disfrute que ayudan a relajar y dar un respiro placentero en cualquier momento del día!.
En algunas casas de masajes incluyen también peceras con pequeños pececitos que textualmente limpian las impurezas de los pies y de cualqueir parte de la piel que se les brinde!. Yo los había experimentado naturalmente en una cascada en Brunei y realmente había sentido poco confort al tenerlos invadiendo y mordiendo TODO mi cuerpo!. Un cosquilleo molesto que no me interesó en repetir. Sin embargo mi compañero no dudó en darles de comer!.

HACIA EL OESTE, DIRECCIÓN FRONTERA CON MYANMAR.
Desde Chiang Mai salimos en autobús hacia la frontera con Myanmar, a la provincia de Mae Hon Son, al noroeste del país. Nuestro objetivo era alejarnos de la ciudad y experimentar unos días de auténtica cultura tai en sitios con escaso turismo, intentando obtener el sabor de las diferentes etnias que pueblan los sitios de frontera con China y Myanmar. De ambos países hay miles de refugiados que ya son parte de la cultura tailandesa y marcan color y sonrisas que sin duda alguna quise ¨abrazar¨ para recordar mis experiencias especialmente birmanas. Etnias Akha, Lahu y Lisu (originarios del Tibet), Hmong (sur de China y Laos), Karen (Myanmar) y Mien (China) fueron algunas de las principales que pudimos conocer y reencontrar en estos días de viaje terrestre por las selvas del norte.
A decir verdad teníamos una alta expectativa de reencontrar la población de myanmaros que supe conocer en mi visita al sureste de Myanmar, pero ni la cercanía de escasos pocos kilómetros con la frontera entre Tailandia y este país, nos dejaron ver la autenticidad que recordaba. Nuevamente un ejercicio de expectativas no colmadas y una ¨tailandización¨ (acabo de inventar la palabra) de sus pobladores requirieron de un mayor esfuerzo por encontrar e identificar las costumbres puras que yo traía en mi mente y de las que no había parado de hablar con mi compañero.
Sin perjuicio de ello, aprovechamos junto con un calor adicional, a disfrutar de mercados callejeros, comidas auténticas en plena calzada, olores y sabores aún desconocidos, y las sonrisas de los miles de monjes que nos recibían en los templos, esta vez sí, mirándonos con un poco más de curiosidad por tratarse de extranjeros ya menos habituales en estas regiones. Eso, para mí, valió el viaje!.
Visitamos el poblado de Pai, una localidad frente al río donde abunda el turismo de locales, chinos y occidentales que prefieren dejar de lado el confort y el lujo para disfrutar de la naturaleza, una vida más alternativa, y sin duda alguna las fiestas!. Una noche fue suficiente para comprender que no era allí donde encontraríamos la esencia tailandesa de frontera que buscábamos, y seguimos nuestro camino.
Conocimos Mae Hon Son, una pequeña ciudad de casi frontera, con templos de enorme influencia myanmara, deliciosamente decorados con sus Buddhas más estilizados y sus trabajos en madera Teka. En su templo principal, aprovechamos para encender una tradicional lámpara de papel y pedir unos deseos, ayudados por los monjes, tal y como indica la tradición budista. Emocionante, aún siendo unos pocos quienes en ese momento y por curiosidad encendimos esas vistosas y pacíficas lámparas que se sueltan y suben como globos al cielo hasta desaparecer, iluminando la noche como estrellitas amarillas en movimiento.
Nuestro viaje por el norte y noroeste de Tailandia finalizaría luego de ocho días en los que sabíamos que nos depedíamos del clima norteño y verde para dedicarnos a la gran urbe y luego al turquesa de sus islas. Nada que no nos alentara!.